viernes, 20 de enero de 2012

MOURINHO

Clint Eastwood. ¿Por qué se me parece? Porque cada arruga de su cara es la cicatriz de un gol (que le han marcado). Cada gesto es la seriedad farruca de Harry el sucio. Cada aspaviento es la desmesura de Bronco Billy. Cada frase es el salivazo de Joe Kidd. Cada explicación es la escapatoria de Frank Morris. 
Mourinho desenfunda sin mover un músculo, dispara sin levantar el capote, ataca sin la piedad confusa del equivocado. Posee la verdad y no la comparte. Mastica la verdad y no la traga. Distribuye la verdad y no le satisface.
Mourinho es un ganador pero pierde. Es un pecho fuerte pero se acobarda. Es un técnico pero se equivoca.
Se cree perfecto pero es imperfecto (ya van cinco en nueve partidos —contra el Barça). Se cree completo y está saturado (de sí mismo). Se cree logrado y es chulesco: «Al madridismo le entiendo siempre, pero no le escucho».
El madridismo ha empezado quizá a aborrecerlo. 

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