Ha dado la vuelta al mundo la matanza de niños en el colegio Sandy Hook de Newtown, Connecticut. Barack Obama ha llorado. Yo también he llorado. Nada me conmueve más que la muerte de los inocentes. La rabia me atrapa y desearía meterle por el culo el cañón del arma al presidente del rifle. En los EE UU de América cada día mueren, ¡cada día!, catorce niños, catorce, abatidos por armas de fuego. No es una información metafóricamente hiperbólica.
Es un dato objetivo. Y aterrador. Cada vez que ocurre una tragedia, la de Newtown ahora, se monta la polémica de
siempre, y unos que armas sí, y otros que armas no. El mismo Obama pretende
reformar la ley para endurecer la venta de armas. Pero se le opone el poderoso
Sindicato del Rifle —sólo en EE UU. podría existir algo así— amparándose en el
hecho de que la posesión de armas de fuego es constitucional en ese país.Poderoso sindicato al que
no hay quien pare los pies, digo el gatillo. Y a ver quién se los para.
Porque detrás de todo este maldito asunto están los millones de dólares que el
Sindicato invierte en la financiación del partido conservador americano.
Naturalmente, detrás de la podredumbre se oculta el business is business, que la
pela es la pela, y si es en dólares, mejor. Se me
revuelven las tripas con este maldito asunto. Entre tanto, el personal de los Iunaitestéis
prosigue su campaña tenaz y esquizoide contra el tabaco, por ejemplo, que
ocasiona tantos muertos al año, y tiene
poco en cuenta a los muertos por armas de fuego. Mientras tanto, los grandes inventores del asunto bélico y
del balazo, a forrarse. Porque las pistolas no matan, mata la mano que las
utiliza, dice el presidente del sindicato del rifle. Las cadenas de montaje de las fábricas de armas no pueden detenerse. Bajaría el dólar. ¡Mierda!.
No hay comentarios:
Publicar un comentario