viernes, 30 de mayo de 2014

LA DUDA DE LA MEMORIA HISTÓRICA

Pues nada, que yo andaba como que no veía mal lo de la memoria histórica y todo eso, aprobado aquel viernes 28 de julio de 2006 en Consejo de Ministros. Hasta que hace unos días, el tipo que siempre te coloca la sanguijuela de la desazón me dice,
—Qué, te habrás enterado del pollo que se ha montado con lo de la memoria histórica.
—Pollo, ninguno —le digo—, simplemente están poniendo las cosas en su sitio.
—En qué sitio, ¿en el de acá o en el de allá? —dice torciendo el gesto.
Aunque le insisto en que no hay un acá ni un allá, aunque le comento que la realidad histórica produjo un hecho nefasto para todos, como fue el de la Guerra Civil y la Dictadura, el tipo me asegura con una convicción recelosa que me he dejado comer el coco, y que a ver de dónde sale lo de la memoria histórica, porque la República fue causa de la Guerra Civil aunque, después, la Guerra Civil causara la Dictadura. Por lo tanto, habrá que ondear la bandera de la memoria histórica que corresponde no sólo a los de acá sino también a los de allá, “porque memoria histórica tenemos todos”. Ante mis dudas y disconformidad con cuanto me expone, “Ven a mi casa esta noche”, dice, “te lo demostraré”. Llegado a su casa, después de los saludos de rigor, me lleva a su escritorio. Con sigilo (yo pienso en la impertinencia del secretismo que muestra), abre un cajón, saca un libro viejo, medio desencuadernado y, mostrándomelo, dice: “Aquí también hay memoria histórica”. Tomo el libro y leo la portada: “Causa General. La dominación roja en España. Avance de la información instruida por el Ministerio Público”. Editado en rústica y distribuido por Afrodisio Aguado, parece proceder de los primeros años de la Dictadura, a juzgar por la fecha del prólogo, firmado en diciembre de 1943 por Eduardo Aunós, ministro de Justicia. Mi sorpresa es mayúscula cuando lo hojeo y observo, contrariado, las fotografías de algunas checas oficiales (checa de Bellas Artes y Fomento, checa del subdirector de Seguridad, checa socialista de García Altadell, checa de la Agrupación Socialista Madrileña, entre otras), así como la interminable relación nominal de víctimas de la persecución religiosa en algunas provincias, más la relación de los asesinatos perpetrados en la cárcel Modelo de Madrid el 23 de agosto de 1936 (acompañada de espeluznantes fotografías).

Me quedo de piedra. Pienso que es preferible prever el futuro y arrinconar los modelos de memoria histórica. Todos.

miércoles, 28 de mayo de 2014

CUATRO COSILLAS SOBRE LA OPINIÓN

Suelen llamar opinión a la medida individual de un acontecimiento. Ya aseguró Parménides que la opinión no se alimenta del conocimiento del entendimiento sino del de la sensación. Quizá por eso las opiniones de unos y de otros, en esta actualidad controvertida en la que nos movemos, son encendidas y apasionadas. Si la opinión proviniese del conocimiento que proporciona el entendimiento, el gentío la acomodaría a la verdad objetiva. Ocurre, sin embargo, que cada cual acomoda su opinión a las sensaciones, y así resulta que la olla de grillos es gigantesca. Porque cada cual emite una opinión acomodada a la verdad subjetiva, a ‘su’ verdad. Es la verdad que proporcionan las sensaciones: el partidismo, el amor, el odio, los intereses, la venganza, el deseo. El gentío poco a poco se instala en la rueda de piñón fijo y excluye las opiniones de los demás por considerarlas contrarias a sus sensaciones. Carente de flexibilidad mental, el personal acumula sensaciones para juzgar a través de ellas los acontecimientos de la vida diaria, familiar, social, política, comercial. El resultado tiene que ser forzosamente negativo porque sólo a través del entendimiento puede llegarse a una exposición objetiva de la verdad admitiendo, al mismo tiempo, la verdad de los otros como posiblemente válida. De hecho, formamos la experiencia a base de percepciones sensibles, acumulamos los hechos de experiencia como el que amontona arena, y olvidamos que debe darse de antemano la idea para que sea posible la percepción sensible y con ella la experiencia. Fue Platón el que dijo estas cosas, cabreado porque Protágoras ya había soltado el latigazo de que todo conocimiento es sólo apariencia.
Todo este rollo patatero viene a cuento de que hoy día nadie respeta la opinión del contrario porque la considera un flatus vocis, una ventosidad de la palabra, a juzgar por los repetidos encontronazos verbales que nos ofrecen a diario los representantes de la cosa pública. (Lo de ‘flatus vocis’ no es cosa mía: lo dijo en el siglo XI o por ahí un tal Roscelino de Compiègne quizá para contraponer las palabras a los hechos. De nada). 

miércoles, 21 de mayo de 2014

LA PREGUNTA ES QUÉ OCURRE EN ESPAÑA

Me resisto semana tras semana, pero no hay más remedio: rencor y rédito político. Multitud de columnistas se preguntan qué ocurre en España. Noticias y artículos de los periódicos más importantes del mundo. 
¿Será verdad que los políticos son, en el fondo del barranco emocional, especialistas en el arte de arrimar el ascua a la propia sardina? No lo creo. Una persona no puede ser tan necia o tan mitómana o tan paranoica o tan de tontería circunstancial y talante, como para sobreponer sus propios intereses a los de toda una  nación. No puede ser que estén utilizando la teoría de Gramsci sobre la corrupción conceptual del lenguaje, «conseguir que el pueblo y sus dirigentes asuman que los vocablos fundamentales sobre los que se asienta la libertad signifiquen lo contrario a su verdadero significado». No puede ser, redundando en la idea, que se les haya concedido la palabra para ocultar el pensamiento. Sería la peor de las maldades. No puede ser que todo el espectro político se nutra de mentira, engaño e insultos. Rechazo la campaña electoral basada en la caza del voto. Me niego a aceptar que los españoles estemos gobernados por inútiles, ladrones, descerebrados, mentecatos, megalómanos o paranoicos. No acepto que a los españoles sólo nos importe el bolsillo, y seamos tan gilipollas como para que nos dé igual el desbarajuste político, el descojonamiento de los partidos, la obediencia partidaria de la justicia, la sinrazón burrera de los debates y el bolo descomunal de los escándalos económicos. Si el rostro actual de los políticos está embadurnado de crispación, rencor y desgobierno, apaga y vámonos. Habría que alzar los brazos e implorar la clemencia del cielo.




lunes, 19 de mayo de 2014

DIÁLOGO PARA BESUGOS (LA CAMPAÑA ELECTORAL)

Hubiera preferido no dedicar ni media palabra a la campaña electoral. El gentío está saturado de información campañera. No hay emisora de radio, programa de radio, emisora de televisión, programa de televisión, periódico nacional, regional o provincial, revista de información general o científica o tecnológica y hasta artística y económica que no otorgue más del cincuenta por ciento de su programación o índice de materias a la campaña electoral y a las encuestas. El personal está informado de sobra. Así que voy a referirme  a la campaña con más pena que gloria.  Aseguran los psicólogos, tan de moda, que jamás debe exigirse a los niños que cumplan su deber y engatusarlos con premios por hacerlo. Pues bien, Cañete y Valenciano buscan el voto con promesas —el premio— de empleo y pensiones, por ejemplo. Resulta superfluo reseñar la abundancia de promesas que arrojan por su boca mitinera, tal como los dragones góticos arrojaban fuego devastador. Todo el mundo las conoce, las lee, las escucha, las aborrece. Para evitar la información repetitiva y cansina, no se me ocurre otra cosa, al respecto, que transcribir un diálogo para besugos.
(Acotación: La escena se desarrolla en un bar. Los parroquianos beben cerveza y chatos de vino de 0,75. Junto a la barra, dos ciudadanos dialogan, enfundados en sendos chaquetones políticos. Los chaquetones son de bajo precio, comprados en el mercadillo de los jueves. Voces futboleras. Trasiego de vinos y cervezas. Las tapas revolucionan los jugos gástricos y aumentan el deseo incontrolado de beber. El logotono de un teléfono móvil se orina junto a la barra. El gentío se sorprende y guarda silencio durante dos segundos. A pesar del copiazo de Valle-Inclán, el logotono del teléfono móvil vuelve a orinarse junto a la barra. Nadie le hace caso. Alguien juega en la máquina tragaperras y el sonsonete de la musiquilla enturbia las conversaciones. La chica de la barra oferta en una bandeja  montaditos de anchoa y huevo cocido. Los dos ciudadanos que dialogan se desabrochan el chaquetón político).
Uno.- Falta poco para las elecciones.
Otro.- Y tan poco: unos seis días.
Uno.- Pues yo no sé si votar o no. Las campañas me desorientan.
Otro.- A mí tampoco me gustan las campañas políticas. Sirven para poco.
Uno.- Hombre, una cosa es que desorienten y otra que no sirvan.
Otro.- Ojo, no he dicho que no sirvan. He dicho que sirven para poco.
Uno.- Una campaña electoral tiene que servir para mucho. Si sirve para poco es que no sirve.
Otro.- Si no sirve es que no engancha.
Uno.- Si no engancha es que no convence. Y no convence porque desorienta. A mí, tanta campaña me ha descolocado. Tanta promesa me resulta irrisoria y las promesas irrisorias rozan la banda de lo grotesco.
Otro.- Lo grotesco sólo adquiere sentido en el circo.
Uno.- En el circo hay leones y payasos.
Otro.- Los leones rugen y atacan, los payasos hacen reír.
Uno.- Cañete es el candidato perfecto del PP: enchufado y recomendado.
Otro.- Eso lo dice Elena Valenciano.
Uno.- Valenciano a tus valencias.
Otro.- Hay valencias que se utilizan en bioquímica.
Uno.- La química de la credibilidad. Salvo en los mítines.
Otro.- ¿A quién crees?
Uno.- A ninguno. Según se mire, atendiendo a las recíprocas descalificaciones, ambos son malos. Luego los dos son malos.
Otro.- O no hay razones y los dos son buenos.
Uno.- Las encuestas llenan el cielo de España. Si Elena Valenciano y Cañete uniesen sus promesas y constituyeran un bipartito, los españoles alcanzarían la salvación.
Otro.- No puede ser. Qué iba a ser entonces de UPyD y de IU.
Uno.- No sé. Fabricarían pancartas y se afianzarían como fuerza de choque para cubrir las grandes mayorías. Las grandes mayorías que no les votan, supongo.
Otro.- De la misma forma que las encuestas no constituyen un índice de exactitud sino de publicidad, los grifos de Coca Cola no constituyen un índice de calidad sino de avaricia engañosamente bella. Como las elecciones.
Uno.- González ganó aquellas elecciones porque era un tío guapo, de nariz respingona. Y entonces la nariz respingona encajaba perfectamente con la pana.
Otro.- Elena Valenciano es más guapa que Cañete y además se enfrenta a su machismo.
Uno.- Y Cañete es aficionado a la bicicleta, lo cual que potencia mucho lo español.
Otro.- Como los desfiles de las pasarelas que sin cesar coloca La 1 en los telediarios.
Uno.- ¿A pesar de las tetas al aire y los globitos gluteales?
Otro.- A pesar. Lo español es lo español.

lunes, 12 de mayo de 2014

MICRORRELATO DEL HOMBRE QUE SOÑABA CON EL SUPERCUPÓN


Me encontré con un hombre que llevaba en la mano derecha un supercupón de la Once y en la izquierda otro con 25 apuestas de la euromillonaria. No estaba loco. Estaba sediento de dinero, para vivir como dios, me dijo. La mayoría de los españoles (españoles no, que está mal visto, la mayoría de los ciudadanos, mejor, suena más a República o a Revolución francesa), la mayoría de los ciudadanos arriesga su dinero en las apuestas públicas o en la Once. La quiniela futbolística saca de sus casillas a hinchas, forofos y peñistas; la lotería nacional trastorna los bolsillos de sus incondicionales, siempre esperando el maná de la suerte; la Once produce un flipe diario en viandantes y acereros que se detienen en los quioscos o en las esquinas para el aprovisionamiento de su salvación; la lotería primitiva enloquece a funcionarios y jubilatas; la euromillonaria afloja el seso soñador de hambrientos económicos: sería la rehostia, tío, veinte, cuarenta, ochenta o cien millones de euros, anda que no iba yo a dar por saco a tanto hijoputa como raja por ahí suelto. La apuesta, pues, supone un riesgo monetario que se corre gustoso porque va parejo con el sueño de cada uno. Y es de admirar esa pertinacia en el riesgo que impulsa una y otra vez al gasto, a cambio de unos efímeros instantes de sueño. 

jueves, 8 de mayo de 2014

RELATO DEL CONDUCTOR QUE SE CONVIERTE EN CONEJO

No me extraña en absoluto que a Gregorio Samsa se le erizaran las antenas y se le arrugara el caparazón cuando despertó aquella mañana y se encontró metamorfoseado, así por las buenas, en un monstruoso insecto.
Ya se sabe que Kafka es considerado por la mayoría como uno de los grandes de la literatura del siglo XX y que su capacidad narrativa corría pareja con su melancolía, su complejo de autodestrucción y la convicción de la propia culpa. Así y todo, Kafka se lo buscó. De manera que si su misma hermana llegó en algún momento a proponer a su padre que se deshicieran de aquella alucinación metamorfoseada, él se lo buscó, ya digo.
Yo no. Y aunque de vez en cuando soporto mis insoportables y propias metamorfosis, yo no me las busco para redimir la persuasión de la culpa. Me caen encima con esa aplomada violencia de lo repentino o lo inesperado. Y a ver. Porque yo me metamorfoseo en conejo. Y ocurre que cuando me cae encima la metamorfosis lepórida, suelo ir tan contento en mi coche silbando los primeros compases del concierto para violín en E minor de Mendelssohn, por ejemplo, tan bonito, y zas, los dos podencos de la cuneta (¿o son galgos?) adquieren dimensión antropomórfica en figura de pareja de la guardia civil de tráfico. Lo políticamente correcto, que se dice, es afirmar que la guardia civil de tráfico está para salvar al gentío que va como loco camino de la destrucción eterna y automovilística. Lo afirmo. Pero no me digas que a veces no se pasan y que en vez de dedicarse a salvar, que es lo suyo, se dedican a cazar. Es como si los ecologistas, tipo green peace rural y todo eso, se dedicaran a salvar los patos de una muerte contaminada y destructora en las inmediaciones del Borbollón para después cazarlos y comérselos a la naranja.
Bien. Circulaba yo, tan contento, por esas carreteras de la Sierra de Gata trazadas, a lo que se ve, por algún ingeniero de caminos borracho ayudado por un topógrafo irremisiblemente bizco (Moraleja, Perales, Hoyos, Villamiel, Trevejo y así), cuando al salir de una de las trescientas cuarenta y siete curvas del trazado vial divisé el todoterreno del PGC y, a su lado, un agente que agitaba el brazo como si me despidiera. Todo lo contrario: tuve que acercarme. No se inmutó cuando empecé a metamorfosearme en conejo y me exigió, con esa impasibilidad educadamente moderna de los agentes hollywoodenses, que le entregase la documentación. Pretendí filosofar y advertirle acerca del concepto kantiano que supone el cumplimiento de la ley por la ley, pasándose por el arco del triunfo el espíritu de la ley. Pero ni por esas. Afirmó que había cometido una infracción.Y a pesar de que mi aspecto conejuno debía de ser ya evidente, me atreví a negarlo. Retrucó que había pisado la línea continua tres kilómetros antes y no había respetado la señal que prohíbe circular por encima de los 60 kh en aquel tramo. Me admiraron las cualidades de adivinación del agente y así se lo hice ver. No quiso advertir mi ironía y, con cierta displicencia, condescendió a informarme de que el coche-radar, suficientemente oculto entre la maleza, lo había avisado. No tenía más remedio que denunciarme. Y me ofreció amablemente el expediente sancionador y un bolígrafo para que firmara en el epígrafe de conforme, dijo.
Naturalmente, no firmé. Y no por adoptar esa actitud tenaz y tozuda que supone cualquier oposición a la ley, no. Simplemente no lo hice porque los conejos no saben firmar. (Gregorio Samsa tampoco pudo salir a vender paños aquella mañana).