viernes, 14 de mayo de 2010

VACACIONES

Esther y Juan Garodri
Las vacaciones son al verano lo que las playas son a la irrealidad. Cada cual sale de estampida como puede, mayormente los de la docencia. Se dirigen al ensueño. El gentío no digiere que profesores y maestros se larguen con viento fresco en busca del tiempo perdido. Para ellos las vacaciones suponen una recuperación de la autoestima, malgastada en los esfuerzos de las clases, la lucha diaria para enseñar a quienes no se dejan enseñar (o para educar a quienes no se dejan educar, porque volvemos a la murga dialéctica de ‘enseñanza’ frente a ‘educación’, dicotomía no equilibrada en la práctica de las aulas, por mucho que se esfuercen los capitostes educativos en propugnar la igualdad, la convivencia, la No violencia, la cooperación, la interactuación y demás objetivos que los actuales modelos educativos propugnan en colegios e institutos, sin advertir que una cosa es la educación y otra la enseñanza), creo que me he perdido, tú, decía que hay alumnos que no se dejan enseñar y contra estos agota sus energías el profesorado, razón por la cual se zambulle en las vacaciones con la benéfica alegría de la liberación.
Las vacaciones, sin embargo, suponen un castañazo frontal para las familias con hijos en edad escolar. De pronto, casi sin previo aviso, les caen en casa unos seres, sus hijos, a los que no acostumbran a ver durante la mañana y buena parte de la tarde (actividades extraescolares) por lo que su presencia perturba la serenidad doméstica. Una tragedia. Hay que atender actividades desacostumbradas y se hace añicos el ritmo pendular del oficio casero y el vistazo al reality televisivo mañanero. Peor lo tienen las familias en las que trabajan fuera de casa padre y madre. El recurso a los abuelos es una solución precaria. Tienen que procurarse guarderías o academias de idiomas, por ejemplo, para recogerlos.
Algunos lo aceptan. La mayoría se afianza en el resentimiento y los sapos y culebras de sus imprecaciones se estrellan en la frente del profesorado. Esos mangantes. Tantas vacaciones. Y los sueldazos que perciben. No admiten que las vacaciones son de los alumnos, no del profesorado, y si estos no acuden a los centros de trabajo es porque no hay alumnos.
Se habla de «conciliación», ese mecanismo de resolución de conflictos para que las familias y el sistema educativo gestionen la solución de sus diferencias. Difícil se ve la cosa.