lunes, 10 de diciembre de 2018

MANDA NARICES, IMBÉCIL


Con este mismo título recibí un correo electrónico con la fotografía adjunta de un cartel, patrocinado por algunas instituciones públicas, en el que podía leerse lo siguiente: «Soy puta, soy negro, soy marica, soy moro, soy sudaca, soy mujer. El diferente eres tú, imbécil». Cada atribución escrita en letras capitales, cada atribución colocada la una debajo de la otra, en tinta negra, excepto la última, la que somos tú y yo, escrita en tinta roja: «Imbécil». El letrero, bien enmarcado, acristalado y colocado en plaza pública aparecía en las calles de Gijón.
Juro ante el altar de Hércules que no ataco a las putas, que no persigo a los negros, que no acoso a los maricas, que no huyo de los moros, que no menosprecio a los sudacas y que no desprecio a las mujeres. Juro así mismo que, si pudiera, le untaría la mente con excrementos al bien pensante político de Gijón que ha autorizado la exposición pública de semejante tergiversación léxica, como menos. Porque la mala leche enumerativa del tipo (o tipa) del letrero pretende significar que millones de hombres (españoles) somos imbéciles porque no tenemos pinta de puta ni de negro ni de marica ni de sudaca ni de mujer.
Llevar las cosas a esos extremos de división antropológica y social es excesivo. Cada alma tiene su almario y constituye una estupidez actitudinal despreciar por imbéciles a quienes no comulgan con las ruedas de molino de los molineros de turno. Uno puede ser antimarica (es la palabra del letrero), llegado el caso, y no ser imbécil. No necesariamente son imbéciles todos los “anti” que pueblan los carrefoures y mercadonas. Quienes a su vez, por la misma lógica, podrían llamar imbéciles a putas, negros, maricas, moros, sudacas y mujeres.
Otra interpretación. Puede que el letrero posea una intención benefactora latente, de forma que pretenda acusar a muchos de misoginia, de homofobia o de xenofobia, y esa pretensión la exponga con la dureza del cartel. Con lo cual todos aquellos que no sean misóginos ni homófobos ni xenófobos no tendrían que darse por aludidos ante el palabro que los denomina como cualitativamente imbéciles. O sea, que el letrero va dirigido solo a los imbéciles.