miércoles, 14 de julio de 2021

 

PELIGRO, COLEGIO

JUAN GARODRI

 

 

 Bueno, amigos, colegas, camaradas, compañeros, lo que seáis, se acabó. Así que ha terminado el curso y la desbandada ha sido general, como la de las ranas cuando la cigüeña aparece en el charco. De manera que no pretendo amargarte el día volviendo a lo del Colegio. Pero la realidad es inmisericorde y me ha aplastado, en cierto sentido, con su peso. No me he inventado el título. Es un dato real y publicitario, o admonitorio (supongo más bien), que puedes leer si cruzas Plasencia. De manera que el letrero está allí, bien colocado sobre la acera, junto a la calzada.

No sé si agarrarme a lo de las funciones del leguaje (Iakobson y demás) para comentar la naturaleza del mensaje al que me refiero. Porque si tú vas tan tranquilo por una calle y de pronto se te aparece un letrero que dice «PELIGRO, COLEGIO», ¿quieres decirme cómo lo interpretas?.

Si te atienes a la función representativa, es evidente que el emisor ha pretendido limitarse a señalar un hecho objetivo, a saber, que allí mismo hay un colegio y que, en consecuencia, el peligro es inminente. Lo que yo quisiera saber es por qué un colegio entraña peligro. ¿Peligro para la educación, peligro para la cultura, peligro para la enseñanza? ¿O peligro para las personas? ¿Tan fieros son los alumnos, que han llegado a suponer un peligro? Dicen que el sistema se ha tornado inoperante para detener la iconoclastia docente de los alumnos y que éstos han reducido la figura del profesor a mero guardián de adolescentes, hasta el punto de que el profesor o profesora tiene que tragar diariamente el marrón del desinterés y la desconsideración. Dicen.

Si te atienes a la función expresiva, no tienes más remedio que concluir que el mensaje refleja una actitud subjetiva del hablante, tan subjetiva para él como enigmática para ti. Es como si cruzara por tu mente el ‘hic latet anguis’ de los clásicos, para precaverte seriamente del peligro mortal al que te sometes si te acercas hasta el áspid venenoso y te expones a su mordedura. Casi no me atrevo a imaginar que ese peligro subjetivo procede del afán igualatorio del sistema que, amparado en un dudoso concepto del progreso, pretende igualar por abajo. En efecto, en cualquier colegio de Educación Primaria los alumnos reciben la calificación igualatoria de «P.A.» (Progresa adecuadamente) o de «N.M.» (Necesita mejorar), con lo que tanto unos como otros son medidos con el mismo rasero y promocionan automáticamente al siguiente curso —casi siempre también al Ciclo siguiente—. Se consigue de esta forma una igualatoria injusticia distributiva (esa taxidermia de las ilusiones y los afanes) porque prácticamente recibe el mismo pago el alumno trabajador que el alumno petardo. Y que no me vengan los psicólogos con la memez de que las calificaciones desarrollan la competitividad y la desigualdad. ¿No se pretende preparar al alumnado para la vida? Díganme, pues,  qué igualdad y condescendencia van a encontrar cuando lleguen a la edad adulta, en una sociedad podridamente competitiva. Por otra parte, el desánimo de muchos alumnos es patente al comprobar que recibe el mismo premio el estudioso y el trabajador que el putas y el gandul (no se olvide que en 5º y 6º de Primaria los alumnos alcanzan la edad de los 12 años). Así, pues, desde el punto de vista subjetivo, ¿es el colegio un peligro para la educación y la cultura? Hic latet anguis.

Si te atienes a la función conativa, ¿cuál es el vocativo a través del cual el emisor llama la atención sobre el receptor? ¿Es el colegio un peligro, dentro de una complementariedad apositiva, o el peligro reside en el hecho de que el edificio es un colegio? Considero socialmente inadmisible la primera hipótesis dado que un colegio nunca puede ser un peligro, como no puede serlo un centro de salud o una iglesia. Aunque no te fíes, amigo. El colegio en sí es una persona más o menos jurídica que se mueve en los ámbitos de la abstracción. Se hace real a través de las personas que lo conforman. Este antropomorfismo colegial puede llegar a ser peligroso si sus habitantes son fieras corrupias, dado su comportamiento deforme y aspecto espantable proclamado por la actual proclividad de los colegiales a la estética de lo sucio. En cuanto a la segunda hipótesis, un colegio no tiene por qué constituir un serio peligro salvo que, como ya quedó apuntado, las directrices del sistema deterioren de tal forma el conjunto que lo conviertan en una granja para pollos, con la dioxina de la desinformación, la subcultura, las actividades extraescolares y otras zarandajas pinchadas en los abundantes paneles de los pasillos.

Si te atienes, en fin, a los rasgos semánticos del anuncio, a ver de dónde sacas las connotaciones asociadas al mensaje, porque la transposición de la realidad, en este caso, es de difícil concreción. A ver. A ver cómo puedes tú leer lo de «Peligro, colegio» y traspasar la realidad denotativa para llevarla a significaciones inocentemente inocuas. ¿Tan deteriorada se encuentra la situación educativa que supone un peligro, por muy abstracto que sea? ¿A tal grado de perversidad ha llegado el sistema que mantiene la actividad educativa dentro de la indefinición oscura del peligro?

(En estas que llega mi tío Eufrasio y me dice que soy idiota, que el anuncio va dirigido a los conductores de vehículos. Y va y me da una colleja discente. Fin).

         

                            CRÓNICAS DE RADIO POPULAR

                                    DESDE CORIA


      Primeras Comuniones.

Don José Luis Cotallo predica la Novena de la Virgen.

El mal tiempo obliga al aplazamiento de la Romería.

 

11 de mayo de 1970

Con gran solemnidad se celebró ayer en Coria lo que podríamos llamar el “Día de las primeras Comuniones”. A las 11'30 de la mañana, el obispo de la diócesis hizo su entrada en la catedral, abarrotada totalmente de público, entre las filas blancas e ingenuas de los ciento sesenta y cinco niños y niñas que iban a recibir por vez primera a Jesús Sacramenta­do. Instantes más tarde, llegaron las primeras autoridades de la ciudad y ocuparon su puesto en los sitiales que tienen preparados a la izquierda del presbiterio.

A continuación, dio comienzo el santo sacrificio de la Misa concelebrada por el prelado y seis sacerdotes. en la homilía, el obispo se hirió a los niños para explicarles cómo ellos son los preferidos de Jesús y cómo deben buscarle siempre a través de su Madre, la Virgen María, para unirse con Él. Porque la separación  de Jesús es el pecado y sus consecuencias definitivas irreparables. Por fin, llegó el momento definitivo de la recepción del Cuerpo de Cristo. Las flores adornaban profusamente el templo. Pero las flores más fragantes, las más olorosas, eran la inocencia de los niños con el alma blanca como nieve que jamás ha sido pisada, y la emoción de los padres unidos a Dios en aquel momento a través de sus hijos. Se calcula que comulgaron unas dos mil personas y que unas cuatro mil llenaban la catedral, aunque las cifras sólo son aproximadas. Al finalizar el acto, el obispo se trasladó al palacio episcopal y allí recibió el cariñoso saludo de los pequeños.

Como noticia aparte, señalar que terminó la novena dedicada a la Virgen de Argeme, en la que ha predicado don José Luis Cotallo. Se ha registrado una gran asistencia de fieles a los actos que tuvieron lugar durante los nueve días.

Por fin, hoy día 11 de mayo, tenía que realizarse la tradicional Romería, la principal fiesta en honor de la Virgen que todos los años los corianos celebran en la ermita. Pues ha tenido que ser aplazada hasta el lunes que viene, día 18, debido a las inclemencias del tiempo y al impresionante temporal de viento y lluvia que esta mañana se cernía sobre esta zona.

 

Desde Coria, para Radio Popular de Cáceres, J.G.

 


martes, 6 de julio de 2021

 

DEL OLVIDO Y LA MEMORIA

JUAN GARODRI

 

 

    Fragilidad de memoria.  

—Lo digo por nosotros, que mira que somos frágiles de memoria— le dije al conocido de toda la vida—  a pesar de que no sufrimos la Logse en nuestros años de estudios.

—Cómo es eso— me dijo.

—Qué— le dije.

—Lo de la fragilidad de la memoria y la Logse— me dijo.

—Porque una de las principales corrientes conductistas aplicadas a la Logse —le dije— propugna que lo importante en la educación es el desarrollo de capacidades y actitudes, y que la memoria, en tanto en cuanto ayuda a la adquisición de contenidos conceptuales, tiene que ser desatendida porque el aprendizaje de los conceptos, aprendizaje memorístico de conceptos, dicen, vale para poco a futuros ciudadanos responsables, europeos y libres. No es de extrañar que los adolescentes actuales pasen del tratamiento y cultivo de la memoria como pasan del pescado hervido y del rayado de zanahorias. Nosotros, por el contrario, no. Nosotros, en aquellos tiempos, soportamos una enseñanza memorística full time que quizá desarrolló nuestra previsión léxica pero que recortó nuestra capacidad de interpretación del entorno. Y así, nos sabíamos de memoria el Cum subit illius de Ovidio y fragmentos de la Epistola ad Pisonnes de Horacio, la lista de pretéritos y supinos irregulares latinos que no tenían nada que envidiar a la de los irregulares ingleses, y series de poemas de autores clásicos con los que nos ejemplificaban el aprendizaje de las estrofas de la métrica castellana. De memoria las valencias químicas y las fórmulas matemáticas, y nada de calculadoras y otras máquinas: todo el cálculo a base de papel y lápiz, que así calculaba uno como un lince (si es que los linces calculan, que no creo).

Pues bien, a pesar de todo nuestro desarrollo memorístico, somos frágiles de memoria. Y digo lo de la fragilidad porque, parece mentira, hemos olvidado que nosotros también fuimos adolescentes. Todos hablamos mal de la juventud, gandules, egoístas, obsesivos, comodones, pichuleros, lo del botellón y todo eso. Existe una lucha solapada, oculta y recóndita contra las actitudes y comportamientos de los jóvenes. No se tolera de buen grado que, por ejemplo, les guste ‘su’ música. Para ellos, los músicos, es decir, la gente de su edad que se dedica a la música, son los artistas más expresivos y alucinantes que hay. No se acepta que la naturalidad sea su bandera. Un sencillo top blanco cortado a la cintura y con costuras vistas como único adorno, se considera falta de pudor porque deja al aire la integridad del vientre. Las chicas aparecen como diosas juveniles, los rizos definidos y sueltos, controlados y dulces. Aparecen como deidades corpóreas, esa melena viva y destellante que se alarga al viento cosificando la belleza. Aparecen con el aire andrógino de una galaxia incierta cuando muestran un corte de cabello desenfadado y provocante. Aparecen con sus bolsos de estudiada bandolera como si en su interior guardasen todo el misterio del mundo. Aparecen resueltas y ágiles, decididas a defender su espacio vital, a luchar para que la rutina no perfore su vida. Los muchachos nos muestran el fulgor de la vida, la vida dominada en un impulso, en una voz, en una respuesta, en un bostezo. Los muchachos nos miran con una sabiduría personal, de personas adultas, una sabiduría que procede al revés, de abajo arriba, una sabiduría en la que los pocos años dominan a los muchos: es la sabiduría de un silencio impuesto, quizá, por el hastío que les produce nuestro modo de vida acomodado, perezoso y repleto. Los muchachos menosprecian nuestro resentimiento, nuestro chándal dominguero, nuestra suficiencia, nuestra rutina vital y nuestras discusiones políticas.

Vuelvo al principio y a la fragilidad de la memoria. Nosotros también fuimos adolescentes. Reprimidos, tal vez, pero adolescentes. ¿Qué hubiéramos hecho de tener televisión, ordenador, móvil, CD video writer, permiso casi siempre no consensuado, pero permiso, para regresar a casa de madrugada? No, queridos padres, no salgo de correría nocturna porque quiero ser el día de mañana una persona de provecho: ni el repelente niño Vicente hubiera adoptado tal actitud mefítica. Así que, influidos (nosotros) por la imbecilidad comunicativa de algunos medios de adoctrinamiento de masassss, hemos llegado a creer que los jóvenes son tal como nos los presentan en determinadas e interesadas series televisivas. Somos tan beocios, los adultos, que simplemente, con la simpleza del simple, atribuimos a los jóvenes la negatividad de unas cualidades que son eso, negativas, por el hecho de no ser las que a nosotros nos adornan, juá, juá. Botellón, piercing, transgresión, gamberreo, móvil y ‘ciber’. Esa es su vida. ¿Y la nuestra? Cuando nosotros dejemos, arrepentidos y perplejos, los vinos y el chateo, la cerveza y las tapas, tan ricas, las cenas fin de semana (ellos, mientras tanto, solos), los whiskyes alternativos en el pub de copas hasta las tantas, el consumismo indiscriminado, las deslumbrantes películas DVD, el podio de la música, las mejores cintas  porno, el perfume de la sensualidad acristalada, las gafas con montura de titanio y las pollas en vinagre, cuando nosotros dejemos todo eso, sólo entonces podremos ponernos de uñas con los jóvenes y criticar e incluso reprender sus actitudes.

Mientras tanto, la tijera es el mejor artilugio que podemos llevar en el bolsillo de la chaqueta. Para cuando la memoria se nos vuelva frágil y echemos la lengua a paseo. 

 

 

                              CRÓNICAS DE RADIO POPULAR

                                                                     DESDE CORIA



Las autoridades provinciales veneran el Mantel de la Última Cena.

            Actuación del Orfeón Provincial de Cáceres.

 

4 de mayo de 1970

 

Es posible que muchos hayan oído hablar del Santo Sudario, que se conserva en la catedral de Turín, o del Santo Grial, expuesto a la veneración de los fieles en la catedral de Valencia. Pues bien, el sagrado Mantel sobre el que Jesucristo celebró la Última Cena se conserva en la catedral de Coria. Naturalmente, las fuentes históricas no son rigurosamente ciertas en cuanto a la existencia del Mantel durante los primeros siglos. Pero una asentada tradición eclesiástica inclina a admitir la autenticidad de la reliquia, oculta y guardada desde hace siglos y reexpuesta a la veneración de los fieles por el actual obispo de la diócesis don Manuel Llopis Ivorra.

Con motivo de la veneración del sagrado Mantel, ayer día 3 de mayo y a las 7 de la tarde, tuvo lugar en Coria un acto de ámbito provincial debido a las personalidades que lo honraron con su presencia.


En efecto, estaban presentes los Gobernadores Civil y Militar provinciales, el presidente de la Diputación, el alcalde de Cáceres, algunos Diputados provinciales, el delegado provincial de Información y Turismo, el delegado provincial de Agricultura, el obispo de la diócesis, el vicario general, el Ayuntamiento de Coria en pleno, y otras autoridades provinciales y locales que se dirigieron a la catedral. Allí, cien muchachas ataviadas con trajes típicos hicieron ofrenda al señor obispo de sendos ramos de flores, mientras desfilaban de una en una, ramos de flores que entregaban como una ofrenda a la Virgen de Argeme, patrona de Coria y de la diócesis, que preside el templo catedralicio estos días dedicados a su novena. Durante el acto, rodeaban al señor obispo el Mayordomo y otros miembros de la cofradía de la Virgen de Argeme.

Posteriormente, se expuso el santísimo Sacramento y el obispo se dirigió a los fieles evocando el Cenáculo y haciendo una analogía entre éste y el templo, con Jesucristo presente en la Eucaristía y el sagrado Mantel. Desarrolló la constante de la técnica, la cual no es contraria a la fe, sino que puede progresar en la sociedad conjuntamente con la consumación de la fe.

A continuación, el orfeón provincial y de la ciudad de Cáceres, situado en las amplias gradas del presbiterio catedralicio, ofreció un concierto interpretando con elegancia y sobriedad técnicas obras de Haëndel, Bach, Mozart, Arcadel y otros.

Finalmente, el señor obispo dio a besar la venerada reliquia del sagrado Mantel a las autoridades, mientras dos señores capitulares lo hacían con las reliquias del Lignum Crucis y de la Espina de la corona del Señor.

Finalizados estos actos, el Ayuntamiento de Coria obsequió a las personalidades asistentes con una cena en el restaurante Montesol, situado a orillas del río Alagón.

 

Desde Coria, para Radio Popular de Cáceres, J.G.