Nadie ha conseguido deslucir la verdad tan a fondo como los políticos
españoles están haciéndolo estos días. Porque supuestamente fundamentan su
ganancia política no en el esclarecimiento de la verdad sino en el desarrollo
de su contrario: la mentira. La realidad se aparta de los hechos con la mentira
y entra en juego la lógica del lenguaje, que no es en sí una realidad sino una
apariencia con la que se pretende disimular la realidad. De modis significandi escribió Tomás de Erfurt en el siglo XIII
para comentar las triquiñuelas que pueden llevarse a cabo con una utilización
partidista del lenguaje, es decir, con el uso enfatizado de la mentira. Es algo
parecido a la doble verdad averroísta: por carecer de valor una afirmación en
uno de los contrarios no ha de valer necesariamente en el otro. O lo que es lo
mismo, hablando en plata: el hecho de que sea mentira (carecer de valor) la
afirmación acusadora de Bárcenas contra Cospedal no garantiza la verdad en la
afirmación acusadora de Cospedal contra Bárcenas.
Ay, la verdad. En solemnes hexámetros expone Parménides los principios
que desarrollan el camino de la verdad. «Se ha de pensar y decir siempre que
sólo el ser es; en cambio la nada no es». No se trata, aunque lo parezca, de
una simple tautología. Según los comentaristas filosóficos, Parménides conceptúa
al ‘ser’ como opuesto al ‘devenir’, es decir, opuesto a ‘lo que puede ser’, a
la nada; porque lo que puede ser todavía no es. Con la intervención conceptual
de Parménides concluimos que la verdad es lo que es. Excluimos, pues, de su
ámbito lo que puede o pudo ser. En fin, tanta comisión de investigación, tanto
deseo de que se conozca la verdad, tanta palabra, tanta frase, tanta
declaración, para ir a parar siempre a lo mismo: a lo que puede o pudo ser. A
la nada. ¿Y la verdad? (Mientras, el ciudadano a verlas venir).
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