Sigamos con la (mala) baba de ayer. La política no es lo mismo para los filósofos que para los políticos, porque habitual y etimológicamente los políticos ignoran los fundamentos conceptuales de la Política. Los políticos sueltan sus perogrulladas promisorias, porque a ver de qué van a perorar si no. Los políticoslíticos debían leer algo de Política en vez de «hacer política», expresión desafortunada porque la política no se hace sino que se cumple. La política está hecha hace siglos. Debían leer algo del holandés Hugo Grocio, por ejemplo, y el correctivo que aplica a las ideologías despotistas del renacimiento, o leer a Bellarmino y a Suárez para saber que el poder político es una propiedad (no en el sentido de posesión sino de cualidad) del Estado, sí, pero una propiedad que proviene del pueblo como comunidad constituida en origen y ‘sujeto’ constante de poder, no como efímera y circunstancial comunidad emisora de votos para limpiarse con ellos después de las elecciones.
Probablemente esta despreocupación de los políticos por la Política surja de su mala baba, ese estrés combativo de unos contra otros, que rompe en mil pedazos la confianza ciudadana. Según los científicos, las secreciones de un caracol estresado poseen propiedades regeneradoras y antioxidantes. ¿Y las de un político/a estresado? Tal vez si se aprovechasen debidamente, servirían para regenerar el país.
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