He tomado el título de una obra publicada por el periodista italiano Pino Aprile. De entrada, parece absurdo elogiar al que
es imbécil, pero en el telerreportaje publicitario en el que aparecía la
noticia, el autor daba a entender que van desapareciendo los inteligentes y, en
contrapartida, son los estúpidos quienes van adueñándose del mundo. Sí, amigo, el imbécil, del latín baculum, bastón: el que no sabe andar sin bastón, sin ayuda, el que no sabe manejarse ni consigo mismo ni con los demás.
Donde con más facilidad se produce el hecho
que comento, el del elogio del imbécil, es en el terreno de la
política. Quizá por eso casi nadie quiere meterse a político. ¿Por qué? Porque todo quisque se considera inteligente, casi todo el mundo
piensa que sus meninges estimulan conocimiento, comprensión y capacidad para
entender. Sólo el que se mete a político carece de dicha capacidad, piensa el
inteligente. Sólo el político es ese ser escaso de razón que actúa acomodado en
los entresijos de la imbecilidad. Sin embargo, el político triunfa, aparece con
frecuencia en los medios de comunicación, adquiere poder de mando y a veces de
organización, es saludado e incluso adulado por los demás mortales y,
finalmente, se sube el sueldo el 31 por ciento. Dime tú, por el contrario, qué
ha sido del inteligente, quién lo conoce, quién lo aclama y quién lo
entrevista. Además, el inteligente tiene que contentarse con que le suban el
sueldo un 2 por ciento, si acaso.
Podía ponerte mil y un ejemplos del triunfo del imbécil y del
fracaso del inteligente, sobre todo en el ámbito de la cultura y de la sociedad
actuales, pero el intento sobrepasaría los límites de esta entrada.
Así que no
parece tan absurdo publicar un libro en cuya portada figura un título tan
sorprendentemente actual como el que alude al Elogio del imbécil.
Qué pena! haber llegado a este punto de indecencia en esa clase a la que te refieres. Quizá a los inteligentes que pertenecen a la decencia solo les queda pasarse al bando de los imbéciles, solo para sobrevivir, que es a lo que ya aspiramos nada más. En fin, ni tu, amigo Juan, ni yo, ni el resto de nuestro amigos podremos arreglar este desastre de mundo. Solo nos queda... ¿qué nos queda? es que yo no sé qué nos queda ¿lo sabes tú... o alguien?
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