La siesta, Briedgman |
La siesta (hora sexta para los romanos) es al verano lo que el agua a la sed. Con estos calores no hay nada mejor que la siesta. Y en éstas que encuentro el recorte de un artículo antiguo (2007). Investigadores de la Escuela de Medicina de la Universidad de Atenas. El doctor
Androniki Naska publica un estudio en “Archives of Internal Medicine”, para
asegurar que no hay mejor medicina que la siesta, si usted quiere que el
corazón le funcione como debe ser. «Un estudio de seis años entre casi 24.000
adultos griegos reveló que aquellos que dormían regularmente siestas al
mediodía reducían más de un tercio su riesgo de morir a causa de enfermedad
cardíaca». Quién lo iba a decir. La siesta. Esa modorrera congestiva que te
deja los reflejos hechos puré de coco, la siesta, entronizada para la deglución
del amor en tiempos revueltos, o para eructar el pisto de los falsos bandoleros de Bandolera, o
para apiadarte del sudor de los ciclistas de la Vuelta a España, cosas así, la siesta, ya digo, es sanísima
para el corazón. Por mucho que la siesta garantice la ausencia de cardiopatías, no debes prolongarla más de 26 minutos, según la NASA. (Con la de collejas que me pegaron de niño por huir de casa durante las horas de siesta).
Por eso los diputados de turno combaten la modorrera (sea la hora que sea)con esas siestecitas que se echan (aunque no cierren los ojos) no hay más que verlos. De todas formas, yo creo que para la siesta nada mejor que un pimporro al lado. (Yo acabo de echámela ahora)
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