A mi sobrino los Reyes Magos le han traído un patinete. Mi sobrino llevaba quince días dando la murga con lo del patinete y, si los Reyes Magos no se lo traían, amenazaba con sacarle un ojo al hamster. Así que esta mañana apareció el monopatín en la terraza. No tardó en surgir el conflicto matrimonial, consustancial por otra parte a las relaciones de pareja que en estos días tenga que comprar un patinete. En el salón el niño no podía patinar. Aparte de dejar perdido el parquet, cruzado despiadadamente por las isobaras de la velocidad, los tobillos familiares saltaban de un lado a otro en medio de un intento, casi inútil, de evitar los moretones. En la acera el niño no podía patinar. Para sorpresa de la unidad familiar, no sólo mi sobrino gozaba de patinete. Resulta que otros muchos niños también patinaban de acá para allá y se entrecruzaban peligrosamente, acuciados por un repentino sarpullido de aceleración monopatínica. En medio de la calle el niño no podía patinar. Ya se sabe que los coches cruzan a todo gas y no respetan la señal de prohibido circular a más de 40 en el núcleo urbano. Si añades a esta desconsideración circulatoria la broma velocípeda de los niñatos de las motos, no te queda espacio para que el sobrino le dé al patinete. Imposible circular en patinete. No obstante, los padres se empeñan en que el niño patine. A ver si no para qué le han comprado el artilugio. En el parque, claro. En el parque puede el niño desatar el flequillo al viento y presumir de estar a la última con su patinete metalizado. Porque no es un patinete cualquiera, no, se ha comprado en la tienda más cara y se ha adquirido el modelo más galáctico.Con decirte que tiene rodamientos magnéticos y freno de disco, queda dicho todo. Así que cargan niño y patinete en el todoterreno y, hala, al parque a patinar. Llegan al parque con la sana apetencia de cortar el viento y, oh desilusión, las pequeñas glorietas de cemento ya se encuentran atestadas de patinadores. Nadie se explica la afluencia masiva de patinetes. Desde luego, el gentío es muy poco original. No hacen más que anunciar un patinete, y ya está todo el mundo comprando patinetes. Mi cuñada pensaba que su hijo era el único que había merecido de los Reyes Magos el regalo del patinete. Pero ya los Reyes ni son Magos ni nada. Porque, a ver, si no marcan esa diferencia en el regalo que estira para atrás al padre y autocomplace a la madre, ¿para qué los queremos? Así que el patinete al coche. Y a llevarlo el lunes al salón de Cáritas.
¡Coño, qué pena de patinete! Pues yo me acuerdo de que los Reyes le traían en casa de mi cuñado David a su primogénito David un Scalextric. Aquella mañana aparecía el juguete, el niño David lo abría, su padre se lo montaba, lo veía funcionar una vez y lo luego lo guardaba (lo escondía para que el niño no lo encontrara) y nunca mas volvía a jugar con el él. Así todos los años. Yo creo que el Scalextric todavía está guardado, aunque mi cuñao ya no se acuerda dónde está. El niño ya tiene 30 años. ¡Qué pena de ilusión y de juguetes!
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