domingo, 5 de agosto de 2012

FRAGILIDAD DE LA MEMORIA

Existe una lucha solapada contra las actitudes y comportamientos de los jóvenes. No se acepta que la naturalidad sea su bandera. Las chicas aparecen como diosas juveniles, los rizos definidos y sueltos, controlados y dulces. Esa melena viva y destellante que se alarga al viento cosificando la belleza. Sus bolsos de estudiada bandolera, porque en su interior guardan todo el misterio del mundo. Resueltas y ágiles defienden su espacio vital, luchan para que la rutina no perfore su vida. Los muchachos muestran el fulgor de la vida dominada en un impulso, en una voz, en una respuesta, en un bostezo. Nos miran con sabiduría de personas adultas: la sabiduría de un silencio impuesto, quizá, por el hastío que les produce nuestro modo de vida acomodado, perezoso y repleto. (Y ellos sin trabajo). Menosprecian, de una vez, nuestro resentimiento, nuestro chándal dominguero, nuestra suficiencia, nuestra rutina vital y nuestras discusiones políticas. Somos tan beocios, los adultos, que simplemente, con la simpleza del simple, atribuimos a los jóvenes la negatividad de unas cualidades que son eso, negativas, por el hecho de no ser las que a nosotros nos adornan, (juá, juá). Hemos olvidado que también fuimos adolescentes.

1 comentario:

  1. ¡Cuánta razón tienes! y ¡qué poco hacemos por ellos! ya sé que no nosotros y el resto de los que somos decentes no podemos darle trabajo, pero tendríamos que hacernos más ellos, hablar su lenguaje para que entiendan que les comprendemos. ¡Que poco solidarios somos con una generación tan hermosa como la de esta desencantada juventud!

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