¿Aquién creer?
¿A la Política? ¿A la (gran) Banca? ¿A la Justicia?
A uno le cuesta conceder el alivio de la credibilidad.
A uno le cuesta entregar la escasa memoria de su credulidad.
que quienes organizan los complicados organigramas de la ingeniería económica,
que quienes interpretan en los juzgados la bondad o maldad de nuestras acciones,
que quienes deciden el destino engañoso de nuestros bolsillos y desencuentros,
que quienes diagnostican en los centros sanitarios la menesterosidad de nuestros cuerpos,
que quienes diagnostican en los centros sanitarios la menesterosidad de nuestros cuerpos,
me gustaría afirmar, ya digo,
que todos ellos han perdido para siempre la capacidad de extirpar los órganos de la credibilidad ciudadana.
(Aunque sospecho que el deseo de la realidad, como toda abstracción, no deja de ser una utopía historicista).
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