Gregorio de Nisa escribió, allá por el siglo IV, cosas interesantes sobre el arte.
Un buen día va y se pregunta de dónde viene la forma. Y concluye una obviedad (según mi amigo el enterado).
Dice que en las obras artísticas el material es formado por la representación y después manipulado por decisión del artista. “Primero se desarrolla la actividad interna en la mente y después se materializa en la forma externa”.
Un buen día va y se pregunta de dónde viene la forma. Y concluye una obviedad (según mi amigo el enterado).
Dice que en las obras artísticas el material es formado por la representación y después manipulado por decisión del artista. “Primero se desarrolla la actividad interna en la mente y después se materializa en la forma externa”.
Si esto es así, tan artístico es el cuadro de Pieter Brueghel como la reproducción que el falsificador le vendió a mi tío abuelo.
Conclusión: ¿Por qué un cuadro atiborrado de pintura a espátula sobre el que han arrojado un puñado de arenilla (Composición II, dice el catálogo) se considera obra de arte y se desprecia la pintura del ama de casa que asiste a manualidades en aulas de EPA?
Autor famoso (proporciona 'pasta' abundante) versus autor desconocido (no genera ni un euro).
Ese es el asunto. O lo que es lo mismo: no se considera el valor intrínseco de la obra de arte sino el nombre del artista.
(Oigo una voz: ¡A ver si te bajas del angelismo!)
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