Cuando Jorn Barger puso en
circulación la cosa del blog en diciembre de 1997 no sabía el circuito abierto
que desencadenaba en el impulso opinante de la ciudadanía. O quizá sí lo sabía
y por eso lo webalizó (¿existe el palabro? Ahí queda). Ahora sabemos (según
leo) que los blogs se utilizan para filtrar información (cuando es sabido que
la saturación informativa produce deformación), organizar negocios (con lo que
la utilización del móvil puede irse a tomar por saco), compartir noticias
familiares (y chafar las prolijas peroratas de fijo a fijo entre suegra y nuera),
establecer relaciones profesionales (adiós a la publicidad impresa de ofertas
de trabajo), fomentar el cambio social (despatarradas quedarán las reuniones
asociativas, de Ong’s, por ejemplo) y reflexionar sobre el sentido de la vida
(con lo que llegará el día en que las asociaciones filorreligiosas se extingan
por consunción). Y no queda ahí la cosa. Hay blogs que se meten contra los
políticos. Politicuchos. Así los califica un blog que aparece en periódico de
tirada nacional. “La torpeza de los políticos españoles parece no tener
límites. Los informativos ofrecen cada día una imagen más penosa de los
políticos españoles, esa subespecie humana escasamente evolucionada que se
caracteriza por su torpeza y sus malos modales”. ¿Tan idiotas son los políticos
y tan listos los que no se dedican a la política? El relativismo al servicio de
los intereses generales de la vida. John Dewey lo dejó asentado: el concepto de
verdad no es ya un asunto teorético sino una práctica descarnada. Así lo
entienden los más de ciento ochenta y seis millones de blogs que serpentean
por Internet.
Me quedo con webalizar ¡me encanta esta palabreja que has inventado! y recordar que la saturación información produce deformación. Y me quedo con un sinfín de ideas que se me podrían ocurrir para aprovechar la utilidad de un blog.
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