Quizá
el arte también tenga cabeza de león, cuerpo de cabra y cola de serpiente, como
la Quimera , y
quizá sea necesaria la intervención heroica de algún Belerofonte decidido a
matarla, con la ayuda del alado Pegaso. Quizá. Pero no es para tanto. El
rutilante cojón de mico que algunos sectores de la prensa han levantado indica
que desconocen lo que quizá conocen Dolce & Gabanna: los dos significados
de la hermosura invisible, es decir, el contraste entre la hermosura agradable
de la forma externa y la hermosura funcional de la estructura interna. Como los españoles somos tan torpes, pues resulta
que no sabemos entender el arte. No me extraña que Domenico Dolce y Stefano Gabanna
monten desdeñosamente en cólera y afirmen así, como quien no quiere la cosa,
que España está atrasada y que los españoles somos unos carcas. No entendemos
de arte, qué se le va a hacer. Estos modistos italianos utilizan la violencia y
el sexo no para vender ropa, qué va, sino para “explorar la sutil frontera
entre moralidad e inmoralidad”. Precisamente en esa exploración consiste el
arte en su sentido más puro porque el arte es recrearse en los cuerpos y en el
erotismo, dicen los tíos. Y los españoles sin enterarse de lo que vale un peine
artístico. Porque oiga, sepan ustedes que de publicidad sexista, nada (afirman). Estos italianos, tan listos, son
unos artistas. Como Fidias, Zeuxis, Polignoto o Parrasio pueden llegar a la
perfección de las formas vivas. Nosotros somos tan gilipollas que además nos lo
creemos. Entre el fundamentalismo religioso de la derecha y la corrección
política de la izquierda, el arte escapa a uña de caballo, más bien a pluma de
Pegaso, para salvar a Belerofonte de la atracción seductora de Estenobea,
esposa de Preto, rey de Tirinto. La
Quimera , mientras tanto, suelta.
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