La cosa de la política 2 |
Resulta cuando menos sorprendente que pensadores de unos siglos antes de
Cristo apostillaran con frases tan contundentes la actualidad en la que ahora
mismo nos movemos, inicios del siglo XXI, más de dos mil años después. Todo
para subrayar la idea de poder. La política no es para relacionar a los hombres
con los hombres. Esa era la inocencia de Aristóteles. La política es para
resaltar la naturaleza del más fuerte. Sólo los débiles se inventan costumbres
y leyes para protegerse con ellas. La cultura democrática recoge estas
ficciones y pone así límites al poder de los fuertes. Estas ficciones las
desarrolla Maquiavelo. Para él, la base del obrar político no es lo que debe
ser, sino lo que es, lo que presenta la realidad diaria. Y la realidad diaria
demuestra trágica, sangrientamente, que los hombres son malos. De ahí entresaca los principios fundamentales
de la política. La utilidad política queda constituida prácticamente en norma
absoluta, lo que da pie a la escisión tremenda entre política y moral.
Priorizando lo escuetamente político, es decir, la técnica política, concluye
Maquiavelo que «el hombre que quiere en todo hacer profesión de bueno, ha de
arruinarse entre tantos que no lo son». El Estado y sus leyes no son más que
una convención en la que los ciudadanos se ponen de acuerdo para protegerse unos
contra otros. (Continuará)
No hay comentarios:
Publicar un comentario