Una pancarta en el Nou
Camp decía hace poco «Dios existe, se ha encarnado en Messi». Ahora también
podría decirse que Dios existe porque se ha encarnado en los políticos. Después de las 27 Cumbres que llevan los de la Unión Europea, vendrán
las soluciones al mal de España. Desaparecerá el paro (es muy difícil la desaparición de 5.700.000 parados); pronto la juventud española no tendrá que emigrar para encontrar trabajo. (Tener una carrera, un máster, tres idiomas y experiencia en su especialidad no facilitan el encuentro de un trabajo serio en España. Ganar 400 euros mensuales por jornadas de 8 horas, darse de alta en cursos inútiles para poder ser contratado como becario aunque sea licenciado... Nadie puede labrarse un futuro en estas condiciones). Pero los políticos lo solucionarán. Volverá la abundancia de medios a Sanidad y a Educación. Los pensionistas podrán dormir tranquilos. En el mundo no habrá guerras, ni problemas financieros, ni injusticia, ni maldad, ni hambre en el mundo. Eso dicen. Eso prometen. El problema está en que no creo en los políticos. No creer en Dios, a quien ni
ves ni oyes, es facilísimo (a juzgar por
el “Tratado de ateología”, de Michael Onfray). Creer en los políticos, a
quienes ves y oyes continuamente, es dificilísimo. Sus promesas. Como todos los
políticos, Rajoy se sustancia en promesas. Cuando Rajoy las cumpla, te permitiré que me des
con un canto en los dientes.
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