jueves, 18 de octubre de 2012

LA INDEPENDENCIA DE CATALUÑA


Esto viene de atrás. Día 4 de noviembre de 2005. Congreso de los Diputados. Se debate la admisión a trámite del proyecto de reforma del Estatuto de Cataluña.
El señor Rajoy, a vueltas con la desintegración de España, señaló como único culpable de la posible fragmentación española a Zapatero. «El estatuto es el precio que debe pagar Zapatero para seguir gobernando, aunque sea el precio de alentar la ruptura de España», dijo. A su vez, la intervención de los demás ponentes consistió en dar caña a Rajoy más que en aclarar sus posiciones ante el Estatuto. Daba la impresión, a mí me lo parecía, de que representaban un papel en el que la persona se adecuaba al personaje para desarrollar los pasos de la escena tradicional. Entre esas aguas nadaba estólidamente la frialdad política de Zapatero.   
Las arenas movedizas de un consenso forzado engullían de forma imperceptible pero milimétrica, las actitudes simuladas de los defensores del ascua en la sardina propia. Particularmente espectacular se mostró Carod-Rovira. Disfrazado con una piel de cordero que le sentaba como a un santo dos pistolas, se parapetó tras un discurso tal vez impecable (implacable mejor) para asegurar que, de las dos Españas: la de Zapatero y la de Rajoy, prefiere la primera, afirmada en el progreso, en el consenso y en el olvido de 1939, una España con la que se pueda pactar y con la que se pueda dialogar (no dijo a la que se pueda pertenecer). El rito de la ceremonia puesto en escena se cumplía escrupulosamente. Si un modelo federal es inconstitucional para España, ayer se arrojaron a las arenas movedizas los miedos a la España plural. Las arenas movedizas de la división. Tal vez la actitud del estado español hacia Cataluña haya contribuido a aumentar la desafección de los catalanes hacia España. (Y yo tragándome el bodrio. Idiota.)
*Resumen del artículo que publiqué en HOY, diario de Extremadura, el 5-11-2005.







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