viernes, 26 de octubre de 2012

EXISTE EL DPD, POR SI NO LO SABEN


Ahora mismo llueve a cántaros. Y por no hablar del acojonante aumento del paro en septiembre, el 25% de la población activa, voy a hablar del DPD. No quiero referirme a un nuevo artefacto de seguridad pasiva, de esos que llevan los automóviles con equipación completa (full equipe se decía antes y quedaba tan fino), usted comprende, ABS, AC, DVD, TOD, TCS, BAS, ABD, ESP…, y otras siglas enrevesadas y caóticas que no sé si incluirá y aclarará el nuevo DPD o no. Porque el nuevo DPD no es otra cosa que el Diccionario Panhispánico de Dudas (edic. 2005), que es como la prensa debería haberlo denominado en sus titulares y no con esas siglas que no las identifica ni la madre que las parió y que, ya digo, tienden a confundir el diccionario con un sistema de asistencia a la frenada. Los días de lluvia (hoy, sin ir más lejos) me arrellano en mi sillón preferido y leo varias páginas del Diccionario Panhispánico de Dudas, cosa que eleva mi autoestima porque hace que me sienta como un Borges cualquiera, ciego de Encyclopaedia Britannica. Así que el conato depresivo del cielo gris y triste se torna en alegre espabilar de neuronas que, de momento, dejan de patinar y se aferran justamente a la atracción de las páginas. A pesar de la importancia que el DPD concede a normar los extranjerismos superfluos, excita a la risa la españolización de algunos de ellos, como 'pirsin', antes piercing, esa intervención que consiste en taladrar la oreja, las tetillas, la nariz, la lengua y las vergüenzas (femeninas y masculinas) para colocar en el agujero unas cositas metálicas superadornantes. Lo que pasa es que las tiendas con el rótulo nuevo de 'pirsin' van a perder la clientela. Por extravío léxico. Sigue lloviendo.

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