Alberto Núñez Feijóo y Íñigo Urkullu |
La meditación espiritual, esa que utiliza las frases de «Dios es amor» o
«Dios es paz» o «Dios te ama», repetidas una y otra vez en el turbio interior
de la conciencia, resultan relajantes e incluso eficaces contra el dolor físico
o moral, contra la ansiedad y el estrés. Cosa que no consigue la ‘meditación
secular’ (estoy contento, soy feliz, el Madrid es el mejor equipo del mundo, la dieta sana y el ejercicio físico alargan la vida, cuido mi colesterol, cosas así).
Que la meditación espiritual produce
beneficios psicológicos es cosa sabida desde antiguo. Las personas de vida
contemplativa adquieren la paz interior porque “creen” en los efectos de la
meditación. El creyente busca, con la aceptación (fe) de una realidad
trascendente, la interpretación de la realidad circundante. El problema del
dolor, de la injusticia, del sufrimiento de los inocentes, del mal, encuentra
así una interpretación que tranquiliza y sosiega. Ese es el fruto de la
meditación espiritual. Otros buscan la interpretación tranquilizadora de la
realidad en el budismo o en otras filosofías de la vida. Y también encuentran
sosiego. Como las monjitas con sus rezos letánicos. Paz y tranquilidad.
La meditación es reflexión. Los partidos políticos que pierden las elecciones se dedican a reflexionar. Hay que reflexionar, dice el PSOE, perdedor de las elecciones en Galicia y en País Vasco. Tal vez con la meditación espiritual encuentren sosiego. Tal vez interpreten la realidad con la atracción reflexiva de unos buenos ejercicios espirituales que salven el alma política. A falta de pan...
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