Los
goliardos jugaban a una especie de lotería subversiva y amoral, que entonces se
llamaba ‘rueda de la fortuna’, en la que unos subían y otros bajaban, según el
vino, la poesía amorosa o las mujeres los impulsasen a la riqueza de los
placeres o a la ruina de Hécuba. Así, al menos, aparece en algunos pasajes de
los Carmina Burana.
Ahora,
sin embargo, el personal no empuja la rueda de la
fortuna ni se pierde en su laberinto. Ahora el gentío utiliza una abstracción
casi filosófica que aletea sobre las cabezas
ciudadanas con la pertinacia de las moscas y la parsimonia de las arañas. Es la
lotería, ese paraíso terrenal, esa tierra prometida de la abundancia en la que
las depresiones, las represiones, las sumisiones y las ansiedades encuentran la leche y la miel de una felicidad
inagotable. Pero no. Ni eso quiere dejarnos el Gobierno, empeñado en acuchillar sin tregua nuestros humildes sueños. El Gobierno, que pretende sacarnos de la crisis convertidos en pobres, crea un nuevo tributo sobre las ganancias de las loterías que supondrá un gravamen del 20 %. Un chocolate del loro equiparable a la sandez de los cráneos privilegiados que nos gobiernan. El caso es joder la manta y dejar al gentío con el culo a las goteras (en lo posible).
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