GILIPOLLEÍDOS

Si ustedes prefieren el pudor léxico, puedo decir retrasados y retrasados mentales; utilizo lo de gilipollas para darle cuerda al DRAE. Bien. Dentro de la especie humana española (supongo que en otros países también) se distinguen dos tipos claramente diferenciados: los gilipollas y los gilipollas mentales. Los primeros piensan poco, y este poco lo absorben de la información televisiva, púlpito actual una vez conseguida la laicización social con el subsecuente exterminio de sermones y homilías. Los segundos piensan más, ya por sí mismos (la minoría) ya influidos (la mayoría) por otros pensadores que les calzan ideas descubridoras de mediterráneos políticos. «En mis manos levanto una tormenta / de piedras, rayos y hachas estridentes / sedienta de catástrofes y hambrienta». Miguel Hernández. Puro reflejo del discurso de Méndez, Toxo et alii (en la manifestación de ayer en Madrid pidieron un referendum sobre los ajustes), dedicados al pesimismo, la desilusión, el tremendismo y las ganas de tumbar al Gobierno para que éste no presuma de esperanzas dúctiles. Aseguran que Rajoy es un predicador medieval, profeta de ruinas y pestes sociales, visionario de desgracias (lo peor es que tienen razón). Excluyo a Rajoy, Méndez y Toxo del grupo de gilipollas. Incluyo en él a sus oyentes y partidarios. ¿En qué grupo de taxonomía social podemos incluirlos? En el de los simplonamente gilipollas o en el de los crédulamente gilipollas mentales? To be or not to, that is the question, dijo Hamlet al inicio de su famoso soliloquio. Porque ambas tipologías son aficionadas a fruncir telas con la aguja de navegar cultos, que —ya puestos a citar—dijo Quevedo.