El porche nos cobija como un padre |
Esto no es Central Park, qué duda cabe. Los arcos y columnas pertenecen al porche de mi casa. En él gozo la sombra, el frescor de su aliento, en ese instante duro de treinta y cinco grados o cuarenta, instante de venganza solar para herir las cabezas y los huertos. El porche impone límites a la línea del sol que marca su fijeza matemática. No parece materia de cemento y ladrillos, ni siquiera la piedra es algo material. El porche nos cobija como un padre, entreabre los brazos de granito y madera para ofrecer la veta silenciosa que derrumba lo claro. Hasta el porche se acerca la intimidad y el ocio de los míos. Al atardecer, la tertulia transcurre en el resol rojizo del picacho de Jálama. El porche nos refresca como un arroyo último, entre piedras y vino y el platito pintado con almendras saladas. Como un cuerpo es el porche, que palpita y reposa.
A ese escenario tan bien dibujado y a su placentero reposo, solo le falta un poco de música de Vivaldi (algo de la estación del verano y otra del otoño) o tal vez un tema "envuelto" con la intensidad de la cuerda de André Rieu ("Once Upon a Time in..."). Éste es el enlace: http://www.youtube.com/watch?v=EA-3o_-y4jo
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