Bueno, pues resulta que hace bastantes años estudié la Gramática Generativa de Noam Chomsky. Descubrí entonces un nuevo modo de contemplar el sistema oracional de una lengua, organizado por la sintaxis. Sus postulados a favor de la adquisición del lenguaje y autonomía de la gramática concitaron no pocos adversarios en el mundo de la lingüística. Siempre lo he admirado. Ahora lo admiro más, si cabe. En el prólogo del libro que os recomendé ayer, HAY ALTERNATIVAS, escribe lo siguiente: «El sistema mundial se está dividiendo en dos bloques: la plutocracia, un grupo muy importante, con enormes riquezas, y el resto, en una sociedad global en la cual el crecimiento —que en una gran parte es destructivo y está muy desperdiciado— beneficia a una minoría de personas extraordinariamente ricas, que dirigen el consumo de tales recursos. [...] Estos desarrollos no se deben a leyes de la naturaleza o a otras fuerzas impersonales, sino al resultado de decisiones específicas dentro de estructuras institucionales que los favorecen». (El subrayado es mío).
El neoliberalismo (los muy ricos, digamos) ha criticado ferozmente a Comsky, desde hace años.
Los avestruces también esconden la cabeza para no ver el peligro.
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