jueves, 14 de junio de 2012

SALUTACIÓN DEL OPTIMISTA



No sé en qué estaría pensando Rubén Darío cuando sufrió tal subidón lírico, cuando se sublimó poética y modernistamente hasta el punto de alcanzar tal clímax laudatorio. Y va el tío y se viste de metáforas y se calza un léxico hiperbólico y se atreve a proclamar que «la alta virtud a la hispana progenie hizo dueña de siglos», y, en  fin, se decide a preguntar retóricamente: «¿Quién será el pusilánime que al vigor español niegue músculos y que al alma española juzgue áptera y ciega y tullida?». Ni harto de ajenjo se puede emitir tal sarta de elogios desmedidos, a no ser que ‘se’ los escribiese Alejandro Sawa, su enemigo del alma. (Quizá Rubén pensaba en la 'cosa' de Leda y el cisne).
Ahora tendría que estar Rubén Darío de embajador en España. A ver cómo versificaba sobre la recesión económica. Los arranques líricos rubenianos se volverían niebla si hubiera sabido que la crisis ha fagocitado la economía española. Hubiera trocado la Salutación del optimista por Lo fatal: «Ser y no saber nada y ser sin rumbo cierto…». Eso es ahora la vida y no la patria salutífera.




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