¡Qué ilusión! Quiere mejorar la credibilidad |
Apretado contra el pecho lleva uno el hatillo de su
credulidad, modesto acopio de acontecimientos que uno acepta fácilmente a diario, esas sobras de la abundancia informativa con la que te
socorren cada día los mandamases, como un pan nuestro desacralizado que te
ofrecen no para alimentarte sino para mantenerte desnutrido. Uno es un
indigente al que le echan el mondongo de sus componendas, un pobre al que
socorren con la falsa protección de sus pronunciamientos, un menesteroso sobre
el que sacuden los desperdicios de sus comidas de trabajo. Así que camina uno
con lo poco que posee, el hatillo de su credulidad, bien apretado contra el
pecho para que no te despojen de él, para que no te conviertan en un
desposeído, ya lo eres, instalado en la cuneta de la desconfianza. Quieren
arrebatarte las escasas monedas de tu credulidad con la falsa promesa de su
credibilidad. Aunque no sé yo quién cree en ellos, no sé quién acepta su
credibilidad, quién se fía ya de esa cualidad que permite o merece ser creído.
Nadie confía en los políticos que, por salvar la banca, han condenado a los ciudadanos. Se hacen recortes porque no hay dinero. ¿De dónde salen los más de 30.000 millones de euros para salvar a Bankia y a otras entidades estúpidas? Quieren mi credulidad pero no se la entrego.
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