Es tal el grado de corrupción al que han
llegado muchos políticos españoles, que el gentío está que trina. En la calle,
en el bar, en el super del barrio, en las reuniones de vecinos, en las
asociaciones religiosas, y deportivas, y hasta literarias y científicas, no se
habla de otra cosa, por mucho que se empeñen los programas deportivos en
despistar el cabreo sordo de la ciudadanía, tales como Futboleros,Estudio Estadio, Punto Pelota, y otros de cuyo nombre no quiero acordarme. Es inconcebible que una actividad dedicada, teóricamente, al servicio de los ciudadanos, se haya convertido en una profesión peculiarmente delictiva. "Más de trescientos políticos españoles imputados", leo por ahí. Y tan frescos. Y no es el caso Bárcenas, o el caso Urdangarín, o los ERE's andaluces, no, son los cientos de corruptelas que asolan Ayuntamientos, Diputaciones, Autonomías, Direcciones Generales y Ministerios. Las zorras que asaltaban las viñas, según la Biblia. Referente a esta mierda en la que andamos sumergidos, he recibido un correo que dice: «Antiguamente los carteles en las calles con rostros de delincuentes ofrecían recompensas; hoy en día piden votos». Pues eso.
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