Tal vez la política sea un arte. La
teoría escolástica del arte pretendía salvar la aparente contradicción entre
saber y obrar. La ciencia está dirigida al saber, al discurso de lo abstracto.
El obrar persigue la producción de resultados concretos. Lo que pasa es que una
cosa es ‘hacer’ y otra bastante distinta ‘obrar’. Y aunque parecen lo mismo no
lo son. Dicen los escolásticos que “el hacer es una actividad que pasa a actuar
sobre la materia exterior”, mientras que “el obrar se queda dentro del sujeto que
obra”. Y digo yo que tal vez los políticos, sin advertir ellos, naturalmente,
que ponen en práctica la teoría escolástica del arte, se dedican a obrar desde
su interior, deseando hacer las cosas, pero sin hacerlas, pregonando que el
trabajo y la unión entre todos es la solución a la crisis (“trabajo, bankia, estafa, más bankia, trabajo, la madre que parió a bankia”), pero viendo alejada esa solución en un juicio interior deseable pero
impracticable.
Tal vez los políticos tengan que ser
magos para solucionar los problemas. Pero tampoco.
Se atribuye a Woody Allen, a pesar de su
aspecto de idiota lastimoso, una frase inteligente: «El mago hizo un gesto y
desapareció el hambre; hizo otro gesto y desapareció la injusticia; hizo otro
gesto y desapareció la guerra. El político hizo un gesto y desapareció el mago».