A partir del Renacimiento surge el nuevo concepto del hombre y del Estado. Los filósofos se han agujereado la sesera para encontrar el tema del origen del poder estatal y, en justa reciprocidad, el origen del derecho a la resistencia. No puede el Estado tratar al pueblo como un propietario trata a su sombrero. Si lo hace, el pueblo tiene derecho a la resistencia. El poder no viene de Dios, como se sacó de la manga Jacobo I de Inglaterra, con su teoría absolutista. El poder del Estado reside en aquellos que constituyen el Estado, es decir en el pueblo. Pero como el pueblo no puede prácticamente jercer el poder, lo 'traspasa' a una determinada persona (elecciones, votos) para que lo represente o actúe en función de autoridad.
Y en eso consiste la democracia: en elegir representates del pueblo para que gobiernen en su nombre. Resulta que los tipos electos se creen dueños del sombrero. Se lo quitan y se lo ponen a su antojo. O lo olvidan en la estación del metro.
Y resulta, para cabreo e irritación del pueblo, que la democracia, en estos casos, se convierte en un extraño sistema que no genera demócratas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario