Los
políticos. Nuestros políticos. Sí, los de la crisis y Bankia. En todas partes se habla mal de ellos. Cuando
trabajan, las críticas negativas florecen como espinos. Cuando veranean, se
generaliza contra ellos un despiporre guasón, a veces chusco a veces desabrido,
que la prensa se encarga de extender por los quioscos de las playas. Y me
pregunto, entre la sorpresa y la fruición, qué tienen que hacer los políticos para
contentar al personal. La solución la tienen en sus manos, se supone. Si la
tienen, ¿por qué no la ponen en práctica? Pero, calle usted, puede ocurrir que
no la tengan. Si no la tienen, ¿cómo van a realizar una praxis social,
económica, política, educativa, sanitaria, laboral falsa? ¿O son peritos en el tratamiento de la falsedad?
Divertido esto de la política. El gentío quiere políticos, los vota, incluso
los aplaude y los vitorea, les paga sus retribuciones y sus dietas, sus coches y sus comidas de trabajo, sus
desplazamientos y sus inauguraciones, sus primeras piedras y sus corbatas. Pero, ¡oh dios!, desconoce para qué sirven
los políticos.
(Continuará mañana)
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