jueves, 30 de mayo de 2013

LA MESA DEL CONGRESO Y EL CHOLLO

Coño, que vamos a hacerle un roto a Chuchi Candilejas, lo abandonamos, y nos vamos al Congreso a tomar los vinos. Mi amigo Rusty Andecor y yo vamos a decirle con cara de pésame, lo sentimos mucho, Chuchi, siempre nos has servido unos aperitivos cojonudos, de esos que cuando llegas a casa tienes que cuadrarte y decirle a Juani o a Esther, muy serios, con voz rotunda, como la del que llama de Jazztel: ¡No te enfades, cariño, pero hoy no como! Así que le decimos a Chuchi que lo sentimos y adiós, porque en el Congreso sirven más barato que en el Candilejas. ¿Ni siquiera os tomáis un Aznarín?, pregunta Chuchi cariacontecido. Nada, ni Aznarín siquiera. Y es que la cafetería del Congreso es un chollo: 9 euros el menú del día, 1'05 euros el desayuno, un café 0'85, un cruasán 0'90, una ración de anchoas 4'45, y el extra de queso manchego para los bocadillos 1'45 euros. Para los señores diputados borrachines un Bloody Mary les cuesta 3'45 euros, un Dry Martini Importación 3'10, un whisky DYC Reserva 8 años 4'20, y un Ron Habana Club 7 años 5'65 euros. Los precios están tirados. Se entiende. Los pobres señores Diputados, hambrientos y sedientos, que apenas les llega el sueldo a fin de mes y encima se desriñonan trabajando por el bien del pueblo, los pobres señores Diputados, repito, se lo merecen. ¿O no?

3 comentarios:

  1. Pero es que esto no se lo creen más allá de nuestras fronteras. No bastante con la indecencia de quienes, sin la más mínima dignidad, se llaman nuestros representantes, nos han engañado, nos han robado, nos han arruinado, ahora se burlan de nosotros, se escojonan diciéndonos: jodéos, que nosotros nos templamos de whisky y de gin-tonic, aquí, sin dar un palo al agua. ¡Gentuza, morralla apestosa, chusma corrupta y fétida! Pues nosotros, Juan y yo, tenemos más dignidad y seguiremos yendo al Candi y que se metan sus señorías los vinos y los cubatas por el culo ¡y revienten! ¡Me cagüen...!

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  2. Por cierto; sus señorías deberían de aprender de los trabajadores públicos, quienes para contribuir con el ahorro se sacrificaron y se quedaron, la mayor parte de ellos, sin subvenciones para desayunos y comidas, no digamos ya para copas, que en un escenario como el del Congreso solo nos hace pensar en ir allí a satisfacer sus vicios. Que nadie tiene ya ni ayudas ni subvenciones para un triste bocadillo, ni para una botella de agua. ¡Me callo... porque... dioooooooos!

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  3. Siento haber ofendido a una clase tan honesta y sacrificada. Lo siento. Pues he recibido en el buzón de mi correo las quejas de mi osadía (al parecer, me he equivocado) y estoy arrepentido. A los ofendidos: me pongo de rodillas, con los brazos en cruz y con la promesa de que no volveré a hablar mal de sus señorías, ni los pondré a parir ni eso. ¡Que buena gente son, de verdad! Se merecen la subvención de los gin-tonic y de los whiskis! Nosotros, aquí Juan y yo, les invitamos en el Chuchi Candilejas, que es un café de pueblo y más caro que el del Congreso.

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