Los ojos de los niños quizá no sobrevivan al
pánico, los ojos de los niños han perdido la sonrisa y, quizá, han perdido
definitivamente la ingenuidad y la inocencia, los ojos de los niños han perdido
la infancia y se han llenado de ese miedo profundo a lo desconocido que, sin
saber por qué, les ha sobrevenido con la indefinición de las desgracias y las
desventuras. Los ojos de los niños tal vez vayan aprendiendo el odio. Y el
llanto de las mujeres cobra la inmensa dimensión de lo incomprensible, la
indefensa aprensión de las desgracias, la terca obstinación de lo ineludible. Y
los párpados de los ancianos se mantienen absolutamente abiertos ante el
pavoroso vacío de la fatalidad y la estupefacción del terror que provoca la
nada.
Entretanto, los amos de la ingeniería financiera mundial trabajan para engordar sus ganancias, ajenos al hambre, al dolor, al sufrimiento y a la muerte de los desposeídos.
Deseo que la Navidad traiga algo de PAZ a este mundo. Y JUSTICIA. En la medida de lo posible, si es que la hay.
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