España está conmocionada o emocionada, no sé, o ilusionada. Es
la lotería, paraíso terrenal, tierra prometida de la abundancia en la
que las depresiones, las represiones, las sumisiones y las ansiedades
encontrarán la leche y la miel de una
felicidad inagotable.
El
gentío acude en masa a los despachos de loterías, a ver qué remedio, a
desarrollar esa pulsión soteriológica, de salvación final. La salvación viene de lo
alto, de la santa lotería que inmuniza contra los males de los recortes, la crisis, el paro y los desahucios. Hay donde elegir. Lotería Primitiva, gordo de la primitiva,
bonoloto diario, bonoloto semanal, lotería nacional, lotería de los jueves, quiniela futbolística,
cupones de la Once, Rasca de la Once, y cuponazo de los viernes, y cupón fin de semana (sábados y domingos), joder, tío, 6.000 euros al mes durante 25 años y 3.000.000 de euros al contado, alucinante, tío, como para
doblar la manga y mandar al jefe más allá del extranjero. Así que tenemos la
lotería.Yo mismo. Aunque soy consciente de que mi columna semanal supone un
humillante grano de arena dentro del límite de las posibilidades (cada columna de la primitiva es una posibilidad contra catorce millones de posibilidades), ahí me tienes
arrastrándome los lunes, con una constancia casi esquizofrénica, por despachos
de loterías y quinielas, alzando los brazos a lo alto de la imploración lotera,
para ver si desciende de su cielo caprichoso el maná de ese rocío suculento que sacie mi hambruna de millones. Las asociaciones, las tiendas, los clubes, las cofradías, los bares, los restaurantes, entre miles y miles de locales diferentes, ofertan lotería de Navidad. (Con el chollo de 1 euro de recargo en cada participación). ¡Dios, qué vicio!
No hay comentarios:
Publicar un comentario