Yo debo de ser un inconformista cósmico porque, según dicen, todo me
parece mal. Dicho de otro modo, no puede haber un listo y noventa y nueve
tontos dentro de la centena de cráneos que pueblan cada metro cuadrado de fauna
urbana. Yo pienso que sí, aún a riesgo de parecer un emancipado de las aceras. Porque vamos a ver: si la aptitud
para el razonamiento estuviera tan extendida como lo está la capacidad para el
asentimiento, apenas habría tontos. Pero la cosa no es así. Resulta fácilmente
comprobable la verificación de que el personal, a estas alturas del progresismo bimilenarista, no razona sino que asiente. Basta que la publicidad le coloque el
producto a tiro de supermercado, por ejemplo, para que la grey se apresure a
adquirirlo sin atenerse a razones cualitativas, movida por un impulso
aquiescente que la precipita al enganche del carrito sin atenerse a reflexiones
previas. Y no sólo yo debo de ser un inconformista cósmico, como te decía,
también deben de serlo los columnistas, colaboradores, críticos y otros
plumíferos, en general, que ponen a parir la perversidad estética de los
programas televisivos, amén de su degradación ética, su vulgaridad poética, su
publicidad cosmética y su presentación patética (disculpa el sinsentido
semántico y las esdrújulas). Sin embargo, el gentío no les hace caso y se
afianza en el asentimiento ciego. Y acepta la bondad intríseca de tales
abominables programas como si en ello le fuera la vida. Y si se te ocurre
dártelas de listo en la cena del viernes con los amigos, pobre de ti. Te acosan
a manotazos verbales, como a la avispa que incomoda la olorosa suavidad de las
chuletillas de cordero. Y argumentan: «Pues no serán tan malos los programas. Si
todo el mundo los ve, por algo será». Definitivo. El razonamiento es tan
apodícticamente definitivo que permaneces mudo, mudo y contrito, pensando en
ese pozo de prioridades escondidas en la contundencia del neutro indefinido algo: por algo será. Así que, amigo, no
tienes más remedio que aplicarte a las chuletas y al Tentudía, y dejar para
otra ocasión lo de abrir el pico en favor del raciocinio.
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