Qué le ocurre al hombre. Por qué elige el
mal en lugar del bien. Que ciclón de fuego maligno abrasa las entrañas de los
terroristas. Qué negra y sombría ofuscación les provoca el deseo de exterminar al
contrario en Siria, en Egipto, en el Congo, en Afganistán... 23 países estrenan el año en guerra, nadando en sangre. Me da
igual que sean terroristas chechenos, turcos, etarras, musulmanes,
norteamericanos, Al-Qaeda.
Es inquietante, la pregunta. ¿Dónde se esconde el
mal? Casi siempre se ignora, también en los pequeños aconteceres. Leo que
decenas de alcaldes del PSC han quitado la bandera española de sus ayuntamientos. ¿Eso es
bueno o malo? ¿Es un bien o un mal la bandera? ¿Cómo un pedazo de tela (un
símbolo no más, en el sentido icónico del término) concita tantas pasiones, a
favor o en contra? Pienso que el hombre no siente real, íntima, individualmente
tal devoción a la bandera, sino que hay ‘alguien’ que lo incita a amar por
encima de todo una bandera, a odiar por encima de todo otra bandera. ¿Dónde
radica el mal, en el odio exacerbado o en el amor incontrolado? Por amor a una
bandera se mata; por odio a una bandera se mata. Que alguien me diga qué
importa el amor, en este caso, si su defensa conlleva el odio, la destrucción,
la muerte de otros seres humanos. O en qué se diferencia ese sentimiento del
que mata y destruye impulsado por el odio a otra bandera. El amor y el odio
confluyen, se equiparan el bien y el mal.
Los ocultos y turbios intereses personales de
aquellos que rigen los destinos de los hombres han extendido el mal por el
mundo, una sombra gigante y turbadora como la negra silueta del diablo, el
Leviatán político de Thomas Hobbes.
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