No pretendo tener razón. Lo que para mí es acertado, puede ser desacertado para otros.
martes, 14 de enero de 2014
EL OPIO DEL PUEBLO
La libertad de expresión es un chollo con el que se
sublima quien escribe, publica, filma, pinta o emite una
parida, mayormente si la parida es iconoclasta. Hay pocas ideas comparables a
la de la libertad de expresión. Se le cae la baba al personal cuando afirma que
la libertad de expresión es la estructura patente de la democracia. Olvida el
personal, sin embargo, el idealismo de la libertad. En la práctica no somos
libres. Alguien puede sentirse libre pero en realidad no es libre. Me obligan a aceptar la ley impuesta por la ideología de quien gobierna. (Ley del aborto, por ejemplo). Ideología
por ideología. Tal vez la religión, como ideología, sea el opio del pueblo, un
opio inodoro, incoloro e insípido, hoy día. Pero el laicismo, como ideología,
es el actual opio del pueblo, un opio aromático, irisado y sabroso que promete
la salvación ciudadana. En aras de la libertad. “Estatolatría”, lo llama Raúl
del Pozo. Sorprendente. Ahora que avergüenza menos ondear la bandera del
partido en una manifestación que portar el estandarte de la cofradía en una
procesión, ahora, digo, que se aturde al personal con el pregón de las promesas
democráticas, ahora se sustituye un opio por otro. Apenas quedan santos a los
que venerar. Abundan sin embargo ídolos mediáticos (o políticos) a los que
adorar. Y va la gente y se lo cree.
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