miércoles, 15 de enero de 2014

RELATO DEL TIPO QUE TIRÓ POR LA VENTANA SU CREDULIDAD

Apretado contra el pecho lleva uno el hatillo de su credulidad, ese modesto acopio de acontecimientos que uno acepta ligera y fácilmente a diario, esas sobras de la abundancia informativa con la que te socorren cada día los mandamases, como un pan nuestro desacralizado que te ofrecen no para alimentarte sino para mantenerte desnutrido, uno es un indigente al que le echan el mondongo de sus componendas, un pobre al que socorren con la falsa protección de sus pronunciamientos, un menesteroso sobre el que sacuden los desperdicios de sus comidas de trabajo. Así que camina uno con lo poco que posee, el hatillo de su credulidad, bien apretado contra el pecho para que no te despojen de él, para que no te conviertan en un desposeído, ya lo eres, instalado en la cuneta de la desconfianza. Quieren arrebatarte las escasas monedas de tu credulidad con la falsa promesa de su credibilidad. Aunque no sé yo quién cree en ellos, no sé quién acepta su credibilidad, quién se fía ya de esa cualidad que permite o merece ser creído.
Cómo va uno a conceder credibilidad a lo que oye, boletines de noticias a todas horas, cada boletín con su santo y seña según la voz de su amo, cómo va uno a conceder credibilidad a lo que lee, atosigamiento de noticias, cada periódico con su santo y seña según el ideario impositivo, cómo va uno a conceder credibilidad a lo que ve, pantallas televisivas, cada una con su santo y seña según los poderes económicos de los que se nutren. Mientras tanto, el Gobierno con sus declaraciones, justificaciones y exculpaciones, casi siempre contrarias a las que ofrecen los distintos medios de comunicación. Durante los últimos quince días, me he entretenido en confeccionar un brevísimo florilegio de frases sobre el acontecer político. Si no se vuelve uno gilipollas mental, se debe a que el espacio mental de la anomalía ya está ocupado por un alto grado de masoquismo lector inevitable. Pero, por favor, que no vengan a pedirle a uno, encima, la ofrenda de la credibilidad.

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