martes, 28 de enero de 2014

LA GRAN MENTIRA DE LA PAZ

¿Por qué se persigue a los narcotraficantes, a los vendedores de droga, a los 'camellos', a las ratas de calle que venden pequeñas dosis? Respuesta (supongo): Porque la droga mata, perjudica seriamente la salud personal y  causa estragos en la sanidad pública. Y digo yo, como el pardillo que se ha caído del nido, ¿por que no se persigue con idéntica tenacidad a los fabricantes de armas, a los que trafican con armas, a los Gobiernos que venden armas? Actualmente hay 24 países en guerra. Esos países no fabrican sus propias armas. Las compran a países que las fabrican (Estados Unidos, Alemania, Francia, España...). Económicamente sería un desastre que dejaran de fabricarse armas: el euro, el dólar, la libra, el yen, darían el batacazo, la economía mundial a la mierda. Así que, ale, a fabricar armas y a venderlas, que la muerte y la destrucción causada por las armas es menos muerte y destrucción que la causada por las drogas. Los centenares de miles de seres humanos muertos en las guerras, los países destruídos por los bombardeos (los mismos que les han vendido las armas les financian después la reconstrucción del país), esta locura de destrucción y muerte que asola el mundo no tiene importancia: para eso están las reuniones de alto nivel buscando la paz mundial. Asco.

lunes, 27 de enero de 2014

OBSCENIDAD DEL RAZONAMIENTO

Yo debo de ser un inconformista cósmico porque, según dicen, todo me parece mal. Dicho de otro modo, no puede haber un listo y noventa y nueve tontos dentro de la centena de cráneos que pueblan cada metro cuadrado de fauna urbana. Yo pienso que sí, aún a riesgo de parecer un emancipado de las aceras. Porque vamos a ver: si la aptitud para el razonamiento estuviera tan extendida como lo está la capacidad para el asentimiento, apenas habría tontos. Pero la cosa no es así. Resulta fácilmente comprobable la verificación de que el personal, a estas alturas del progresismo bimilenarista, no razona sino que asiente. Basta que la publicidad le coloque el producto a tiro de supermercado, por ejemplo, para que la grey se apresure a adquirirlo sin atenerse a razones cualitativas, movida por un impulso aquiescente que la precipita al enganche del carrito sin atenerse a reflexiones previas. Y no sólo yo debo de ser un inconformista cósmico, como te decía, también deben de serlo los columnistas, colaboradores, críticos y otros plumíferos, en general, que ponen a parir la perversidad estética de los programas televisivos, amén de su degradación ética, su vulgaridad poética, su publicidad cosmética y su presentación patética (disculpa el sinsentido semántico y las esdrújulas). Sin embargo, el gentío no les hace caso y se afianza en el asentimiento ciego. Y acepta la bondad intríseca de tales abominables programas como si en ello le fuera la vida. Y si se te ocurre dártelas de listo en la cena del viernes con los amigos, pobre de ti. Te acosan a manotazos verbales, como a la avispa que incomoda la olorosa suavidad de las chuletillas de cordero. Y argumentan: «Pues no serán tan malos los programas. Si todo el mundo los ve, por algo será». Definitivo. El razonamiento es tan apodícticamente definitivo que permaneces mudo, mudo y contrito, pensando en ese pozo de prioridades escondidas en la contundencia del neutro indefinido algo: por algo será. Así que, amigo, no tienes más remedio que aplicarte a las chuletas y al Tentudía, y dejar para otra ocasión lo de abrir el pico en favor del raciocinio. 

viernes, 24 de enero de 2014

¿QUIÉN SE BURLA DE QUIÉN?

El 55% se va a trabajar a otro país debido a la crisis económica.
Después de 6 años de destrucción de empleo el paro baja, dice la trompetería. Pero aún se destruye empleo, dicen los sindicatos. ¿Cómo? Nadie puede, al mismo tiempo, soplar y sorber. Está claro. El paro baja por la fuerte caída de la población activa: los españoles que se han largado a trabajar al extranjero. O más allá del extranjero. La duración de la crisis se nota en el ánimo de la gente que, cansada de no encontrar empleo, acaba por desistir (por lo que el INE deja de contarlos como parados) o por irse fuera de España para probar suerte. Según El País, otro mal año para el mercado laboral. Van seis consecutivos. 2013 acabó destruyendo empleo, como 2008, 2009, 2010... La pérdida de 198.000 puestos de trabajo en los últimos 12 meses acumula ya 3,75 millones en esta todavía larga recesión que vive el mercado laboral español y que ha devuelto el número de ocupados (16,7 millones) al nivel de 2002. Que nos digan que baja el paro, si este conjunto de datos es cierto, es como para pensar que alguien se burla de nosotros.

jueves, 23 de enero de 2014

POR QUÉ, A VECES, DOS Y DOS NO SON CUATRO

¿Dos y dos ya no son cuatro?
Acabo de leer una reseña del profesor chileno Víctor Farías y me he quedado catapléjico, con la pata tiesa y una mano debajo del mentón. Inmóvil. Se trata, llamémoslo así, del ‘caso Salvador Allende’. Uno es un ignorante perdido en el proceloso mar de la desinformación. Quién lo iba a decir. Con tanto leer los poemas y antipoemas de Nicanor Parra, los poemas infrarrealistas mexicanos de Roberto Bolaño, los poetas chilenos de los noventa, y al Pablo Neruda juvenil, encendido y rítmico, y al Huidobro de siempre jamás, más la experiencia lírica de Gabriela Mistral, y a Elías Letelier, y a Verónica Zondek, y a Teresa Calderón, y yo qué sé a cuantos, pues va uno y no sabe nada de Salvador Allende, excepto las cuatro cosas que sabe todo el mundo: elegido presidente en 1970 y derrocado y muerto por el golpe de Estado de Pinochet en 1973. Pero lo que uno ignoraba (sea cierto o no el supuesto) es que Salvador Allende fue cocinero antes que fraile, es decir, fue un derechudo riguroso antes que socialista mártir. Como Quevedo y su anomalía verbal: cabizmundo y meditabajo. Así me he quedado. Según asegura el profesor Víctor Farías («Salvador Allende: contra los judíos, los homosexuales y otros degenerados»), Allende fue, cuando ejercía como joven médico allá por 1933, fascista, antisemita y homófobo. Si es cierto, hay que admitirlo. Si es mentira, hay que rebatirlo. Pero, por lo visto, estas cosas de la desmitificación de mitos no pueden decirse en alta voz para evitar ser tachado de retrógrado y facha, lo que me inclina a pensar que a veces dos y dos no son cuatro.

miércoles, 22 de enero de 2014

MICRORRELATO DEL DEMAGOGO

Siempre que los medios de comunicación (TV principalmete) se refieren a la crisis, lo hacen aludiendo a ella con la frase de «crisis financiera y económica». Pocas veces he comprobado que lo hagan con la frase de «crisis social y de trabajo». Mi amigo el cagaleches acaba de decirme que la crisis financiera es el origen de todas las crisis, y que yo, como siempre, defiendo la demagogia... Porque, si no hay dinero, dice ¿cómo pueden crearse puestos de trabajo? Yo me rasco el cogote y, al cabo de unos segundos, le pregunto que cómo puede haber crisis financiera en un sector que ha conseguido ganancias del 24 por ciento durante el año 2013. ¿Sector?, pregunta. Sí, respondo, el IBEX 35. Imagínate, continúo, un grupo financiero invierte mil millones de euros y gana, en consecuencia, 240 millones de euros. ¿A dónde ha ido ese dinero? ¿Cuántos puestos de trabajo ha creado? ¿No hay dinero para aminorar el paro a través de la creación de nuevas empresas? Me puso la mano en el hombro y me dijo: Sigues siendo un demagogo.

viernes, 17 de enero de 2014

EL QUE APUESTA NO ES TRAIDOR

Estos días he comentado con los amigos el hecho de la apuesta. ¿Qué incita a una persona a apostar? Porque toda apuesta supone un riesgo. Puede ser arriesgar cierta cantidad de dinero en la creencia de que algo, como un juego, tendrá tal o cual resultado. En este sentido, la mayoría de los españoles (españoles no, que está mal visto), la mayoría de los ciudadanos (mejor, suena más a república o a Revolución francesa), la mayoría de los ciudadanos arriesga su dinero en las apuestas públicas o en la Once. La quiniela futbolística saca de sus casillas a hinchas, forofos y peñistas; la lotería nacional trastorna los bolsillos de sus incondicionales, siempre esperando el maná de la suerte; la Once produce un flipe diario en viandantes y acereros que se detienen en los quioscos o en las esquinas para el aprovisionamiento de su salvación; la lotería primitiva enloquece a funcionarios y jubilatas; la euromillonaria afloja el seso soñador de hambrientos económicos: sería la rehostia, tío, veinte, veinticinco, treinta, ochenta, cien millones de euros, anda que no iba yo a dar por saco a tanto hijoputa como raja por ahí suelto. La apuesta, pues, supone un riesgo monetario que se corre gustoso porque va parejo con el sueño de cada uno. Y es de admirar esa pertinacia en el riesgo que impulsa una y otra vez al gasto a cambio de unos instantes de sueño enriquecedor. (Y ¿qué tiene que ver el sueño con la traición? Cada uno se sublima como quiere). 

jueves, 16 de enero de 2014

YO SOY TONTO DE LOS COJONES

Voy a hacer un apresurado comentario lingüístico de la frase que ayer me colocó un tipo en el Candilejas. Me llamó «tonto de los cojones». Y se fue.
En primer lugar, consideremos la etimología. Covarrubias dice que tonto viene de “tondo”, redondo y vacío, porque “el tonto tiene vacía la cabeza, por carecer de entendimiento, el cual en él es redondo, en oposición de los que tienen buen entendimiento, que llamamos agudos”. Podemos deducir, en consecuencia, que yo tengo la cabeza redonda y vacía, mientras que mi ofensor la tiene aguda y llena. No sabemos de qué, pero de algo la tendrá agudamente llena, suponemos.
En segundo lugar, si atendemos a la estructura sintáctica de la frase, advertimos que el complemento adjetivo «de los cojones», atribuido a la sustantivación de «tonto», le confiere una complementación despectiva de intrincada significación. Porque ¿qué quiere decir tonto de los cojones? ¿Pueden acaso los cojones ser susceptibles de recibir la tontuna?
En tercer lugar, la frase viene léxicamente reforzada por el determinante “los” que implica una actualización del sustantivo, en este caso “cojones”. ¿Por qué el tonto tiene que serlo “de los cojones” y no tonto del haba, o tonto de la pera, o tonto de remate? ¿Será que el tonto de 'los' cojones padece algún trastorno que afecta a sus testículos y le impide la producción de testosterona, cosa que lo desequilibra con alguna disfunción sexual?
En cuarto lugar, pensamos que el insultante, puesto a insultar, podía haberme descalificado con la expresión «tonto de cojones», con lo que la supresión del determinante le confiere a la frase la categoría de superlativo o, lo que es lo mismo, la cualidad de tontaina en grado sumo, tal como se ejercita el habla en la jerga popular cuando levanta como superlativas frases que gramaticalmente no lo son.
Ah, la agudeza mental del que no es tonto de los cojones...

miércoles, 15 de enero de 2014

RELATO DEL TIPO QUE TIRÓ POR LA VENTANA SU CREDULIDAD

Apretado contra el pecho lleva uno el hatillo de su credulidad, ese modesto acopio de acontecimientos que uno acepta ligera y fácilmente a diario, esas sobras de la abundancia informativa con la que te socorren cada día los mandamases, como un pan nuestro desacralizado que te ofrecen no para alimentarte sino para mantenerte desnutrido, uno es un indigente al que le echan el mondongo de sus componendas, un pobre al que socorren con la falsa protección de sus pronunciamientos, un menesteroso sobre el que sacuden los desperdicios de sus comidas de trabajo. Así que camina uno con lo poco que posee, el hatillo de su credulidad, bien apretado contra el pecho para que no te despojen de él, para que no te conviertan en un desposeído, ya lo eres, instalado en la cuneta de la desconfianza. Quieren arrebatarte las escasas monedas de tu credulidad con la falsa promesa de su credibilidad. Aunque no sé yo quién cree en ellos, no sé quién acepta su credibilidad, quién se fía ya de esa cualidad que permite o merece ser creído.
Cómo va uno a conceder credibilidad a lo que oye, boletines de noticias a todas horas, cada boletín con su santo y seña según la voz de su amo, cómo va uno a conceder credibilidad a lo que lee, atosigamiento de noticias, cada periódico con su santo y seña según el ideario impositivo, cómo va uno a conceder credibilidad a lo que ve, pantallas televisivas, cada una con su santo y seña según los poderes económicos de los que se nutren. Mientras tanto, el Gobierno con sus declaraciones, justificaciones y exculpaciones, casi siempre contrarias a las que ofrecen los distintos medios de comunicación. Durante los últimos quince días, me he entretenido en confeccionar un brevísimo florilegio de frases sobre el acontecer político. Si no se vuelve uno gilipollas mental, se debe a que el espacio mental de la anomalía ya está ocupado por un alto grado de masoquismo lector inevitable. Pero, por favor, que no vengan a pedirle a uno, encima, la ofrenda de la credibilidad.

martes, 14 de enero de 2014

EL OPIO DEL PUEBLO

La libertad de expresión es un chollo con el que se sublima quien escribe, publica, filma, pinta o emite una parida, mayormente si la parida es iconoclasta. Hay pocas ideas comparables a la de la libertad de expresión. Se le cae la baba al personal cuando afirma que la libertad de expresión es la estructura patente de la democracia. Olvida el personal, sin embargo, el idealismo de la libertad. En la práctica no somos libres. Alguien puede sentirse libre pero en realidad no es libre. Me obligan a aceptar la ley impuesta por la ideología de quien gobierna. (Ley del aborto, por ejemplo). Ideología por ideología. Tal vez la religión, como ideología, sea el opio del pueblo, un opio inodoro, incoloro e insípido, hoy día. Pero el laicismo, como ideología, es el actual opio del pueblo, un opio aromático, irisado y sabroso que promete la salvación ciudadana. En aras de la libertad. “Estatolatría”, lo llama Raúl del Pozo. Sorprendente. Ahora que avergüenza menos ondear la bandera del partido en una manifestación que portar el estandarte de la cofradía en una procesión, ahora, digo, que se aturde al personal con el pregón de las promesas democráticas, ahora se sustituye un opio por otro. Apenas quedan santos a los que venerar. Abundan sin embargo ídolos mediáticos (o políticos) a los que adorar. Y va la gente y se lo cree. 

viernes, 10 de enero de 2014

COMENTARIO SOBRE LA ANIMADVERSIÓN ENTRE POLÍTICOS

El relativismo sofístico acuñó una frase de Gorgias: «Si alguien pidiera a los hombres que reunieran en un punto todo lo que cada uno piensa que es inconveniente, y luego pidiera que cada cual retirara de aquel montón lo que piensa que es conveniente, de seguro que no quedaría allí ningún trozo, porque todo hubiera quedado repartido entre ellos». Antifón proclama que es lícito traspasar la ley: se puede hacer tranquilamente con tal que nadie lo advierta.
Resulta sorprendente que pensadores de unos siglos antes de Cristo apostillaran con frases tan contundentes la actualidad en la que ahora mismo nos movemos, inicios del siglo XXI, más de dos mil años después. Todo para subrayar la idea de poder. La política no es para relacionar a los hombres con los hombres. Esa era la inocencia de Aristóteles. La política es para resaltar la naturaleza del más fuerte. Sólo los débiles se inventan costumbres y leyes para protegerse con ellas. La cultura democrática recoge estas ficciones y pone así límites al poder de los fuertes. Estas ficciones las desarrolla Maquiavelo. Para él, la base del obrar político no es lo que debe ser, sino lo que es, lo que presenta la realidad diaria, la utilidad. De ahí entresaca los principios fundamentales de la política. La utilidad política queda constituida prácticamente en norma absoluta, lo que da pie a la escisión tremenda entre política y moral. Priorizando lo escuetamente político, es decir, la técnica política, concluye Maquiavelo que «el hombre que quiere en todo hacer profesión de bueno, ha de arruinarse entre tantos que no lo son». El Estado y sus leyes no son más que una convención en la que los ciudadanos se ponen de acuerdo para protegerse unos contra otros. 
«Dios crea solo individuos, no naciones», dijo  Benedictus de Spinoza.

jueves, 9 de enero de 2014

RELATO DEL PATINETE

Los Reyes Magos le han echado un patinete a mi sobrino, que es pequeño y está en edad de patinar. Dicho así, parece como si los Reyes Magos fueran repartiendo felicidad a troche y moche pero, no creas, a veces no es así. Mi sobrino llevaba quince días dando la murga con lo del patinete y, si los Reyes Magos no se lo echaban, amenazaba con sacarle un ojo al hamster. Como si el hamster tuviera alguna relación de culpabilidad con los Magos. Puede haber relación de culpabilidad entre los veinte grandes cocineros (chefs, dicen) del planeta que preparan su última cena y la tradición, la alquimia y la fusión en sus platos. Puede haber relación de culpabilidad entre Leo Messi y Sandro Rossell por lo del salario del futbolista. Pero entre un hámster y los Reyes Magos la relación de culpabilidad no puede llegar al extremo de que induzca a que le saquen un ojo al hámster. Así que le compraron el monopatín a mi sobrino. A mí me parecía una barbaridad lo del patinete porque ahora no es como en otros tiempos, que patinábamos en cualquier sitio, a ver ahora a dónde se van los niños a ejercitar la esencia globalizadora del patinaje. Pero no me hicieron caso. Claro, como tus hijos ya son mayores no necesitan patinar, me echaban en cara.  Así y todo, no tardó en aparecer el conflicto matrimonial, consustancial por otra parte, a todas las relaciones de pareja que en estos tiempos tenga que comprar un patinete. En el salón el niño no podía patinar. Aparte de dejar perdido el parquet, cruzado despiadadamente por las isobaras de la velocidad, los tobillos familiares saltaban de un lado a otro en medio de un intento, casi inútil, de evitar los moretones. En la acera el niño no podía patinar. Para sorpresa de la unidad familiar, no sólo mi sobrino gozaba de patinete. Resulta que otros muchos niños también patinaban de acá para allá y se entrecruzaban peligrosamente, acuciados por un repentino sarpullido de aceleración monopatínica. En medio de la calle el niño no podía patinar. Ya se sabe que los coches cruzan a todo gas de un lado para otro y no respetan la señal de prohibido circular a más de 40 en el núcleo urbano. Si añades a esta desconsideración circulatoria de los conductores la broma velocípeda de los niñatos de las motos, ya sí que no te queda un mínimo espacio para que el sobrino le dé al patinete. Imposible circular en patinete. No obstante, los padres se empeñan en que el niño patine. A ver si no para qué le han comprado el artilugio. Habrá que hacerle un gasto ¿no? Así que al parque, cómo no se te ha ocurrido, en el parque puede el niño desatar el flequillo al viento y presumir de estar a la última con su patinete metalizado. Porque no es un patinete cualquiera, no, se ha comprado en la tienda más cara y se ha adquirido el modelo más galáctico, con decirte que tiene rodamientos magnéticos y freno de disco, queda dicho todo. Así que cargan niño y patinete en el coche y, hala, al parque a patinar. Llegan al parque con la sana apetencia de cortar el viento y, oh desilusión, las pequeñas glorietas de cemento ya se encuentran atestadas de patinadores. Nadie se explica la afluencia impensadamente masiva de patinetes. Desde luego, el gentío es muy poco original. No hacen más que anunciar un patinete, y ya está todo el mundo comprando patinetes. Mi cuñada pensaba que su hijo era el único que había merecido de los Reyes Magos la donación superior del patinete. Y es que ya los Reyes ni son Magos ni nada. Porque, a ver, si no marcan esa diferencia en el regalo que estira para atrás al padre y autocomplace a la madre, ¿para qué los queremos? Así que el patinete al coche. Y a llevarlo el lunes al salón de Cáritas.


viernes, 3 de enero de 2014

SOBRE EL BIEN Y EL MAL, EN LOS INICIOS DE 2014


Qué le ocurre al hombre. Por qué elige el mal en lugar del bien. Que ciclón de fuego maligno abrasa las entrañas de los terroristas. Qué negra y sombría ofuscación les provoca el deseo de exterminar al contrario en Siria, en Egipto, en el Congo, en Afganistán... 23 países estrenan el año en guerra, nadando en sangre. Me da igual que sean terroristas chechenos, turcos, etarras, musulmanes, norteamericanos, Al-Qaeda.
Es inquietante, la pregunta. ¿Dónde se esconde el mal? Casi siempre se ignora, también en los pequeños aconteceres. Leo que decenas de alcaldes del PSC han quitado la bandera española de sus ayuntamientos. ¿Eso es bueno o malo? ¿Es un bien o un mal la bandera? ¿Cómo un pedazo de tela (un símbolo no más, en el sentido icónico del término) concita tantas pasiones, a favor o en contra? Pienso que el hombre no siente real, íntima, individualmente tal devoción a la bandera, sino que hay ‘alguien’ que lo incita a amar por encima de todo una bandera, a odiar por encima de todo otra bandera. ¿Dónde radica el mal, en el odio exacerbado o en el amor incontrolado? Por amor a una bandera se mata; por odio a una bandera se mata. Que alguien me diga qué importa el amor, en este caso, si su defensa conlleva el odio, la destrucción, la muerte de otros seres humanos. O en qué se diferencia ese sentimiento del que mata y destruye impulsado por el odio a otra bandera. El amor y el odio confluyen, se equiparan el bien y el mal.
Los ocultos y turbios intereses personales de aquellos que rigen los destinos de los hombres han extendido el mal por el mundo, una sombra gigante y turbadora como la negra silueta del diablo, el Leviatán político de Thomas Hobbes.