¿Por qué se persigue a los narcotraficantes, a los vendedores de droga, a los 'camellos', a las ratas de calle que venden pequeñas dosis? Respuesta (supongo): Porque la droga mata, perjudica seriamente la salud personal y causa estragos en la sanidad pública. Y digo yo, como el pardillo que se ha caído del nido, ¿por que no se persigue con idéntica tenacidad a los fabricantes de armas, a los que trafican con armas, a los Gobiernos que venden armas? Actualmente hay 24 países en guerra. Esos países no fabrican sus propias armas. Las compran a países que las fabrican (Estados Unidos, Alemania, Francia, España...). Económicamente sería un desastre que dejaran de fabricarse armas: el euro, el dólar, la libra, el yen, darían el batacazo, la economía mundial a la mierda. Así que, ale, a fabricar armas y a venderlas, que la muerte y la destrucción causada por las armas es menos muerte y destrucción que la causada por las drogas. Los centenares de miles de seres humanos muertos en las guerras, los países destruídos por los bombardeos (los mismos que les han vendido las armas les financian después la reconstrucción del país), esta locura de destrucción y muerte que asola el mundo no tiene importancia: para eso están las reuniones de alto nivel buscando la paz mundial. Asco.
No pretendo tener razón. Lo que para mí es acertado, puede ser desacertado para otros.
martes, 28 de enero de 2014
lunes, 27 de enero de 2014
OBSCENIDAD DEL RAZONAMIENTO
Yo debo de ser un inconformista cósmico porque, según dicen, todo me
parece mal. Dicho de otro modo, no puede haber un listo y noventa y nueve
tontos dentro de la centena de cráneos que pueblan cada metro cuadrado de fauna
urbana. Yo pienso que sí, aún a riesgo de parecer un emancipado de las aceras. Porque vamos a ver: si la aptitud
para el razonamiento estuviera tan extendida como lo está la capacidad para el
asentimiento, apenas habría tontos. Pero la cosa no es así. Resulta fácilmente
comprobable la verificación de que el personal, a estas alturas del progresismo bimilenarista, no razona sino que asiente. Basta que la publicidad le coloque el
producto a tiro de supermercado, por ejemplo, para que la grey se apresure a
adquirirlo sin atenerse a razones cualitativas, movida por un impulso
aquiescente que la precipita al enganche del carrito sin atenerse a reflexiones
previas. Y no sólo yo debo de ser un inconformista cósmico, como te decía,
también deben de serlo los columnistas, colaboradores, críticos y otros
plumíferos, en general, que ponen a parir la perversidad estética de los
programas televisivos, amén de su degradación ética, su vulgaridad poética, su
publicidad cosmética y su presentación patética (disculpa el sinsentido
semántico y las esdrújulas). Sin embargo, el gentío no les hace caso y se
afianza en el asentimiento ciego. Y acepta la bondad intríseca de tales
abominables programas como si en ello le fuera la vida. Y si se te ocurre
dártelas de listo en la cena del viernes con los amigos, pobre de ti. Te acosan
a manotazos verbales, como a la avispa que incomoda la olorosa suavidad de las
chuletillas de cordero. Y argumentan: «Pues no serán tan malos los programas. Si
todo el mundo los ve, por algo será». Definitivo. El razonamiento es tan
apodícticamente definitivo que permaneces mudo, mudo y contrito, pensando en
ese pozo de prioridades escondidas en la contundencia del neutro indefinido algo: por algo será. Así que, amigo, no
tienes más remedio que aplicarte a las chuletas y al Tentudía, y dejar para
otra ocasión lo de abrir el pico en favor del raciocinio.
viernes, 24 de enero de 2014
¿QUIÉN SE BURLA DE QUIÉN?
El 55% se va a trabajar a otro país debido a la crisis económica. |
jueves, 23 de enero de 2014
POR QUÉ, A VECES, DOS Y DOS NO SON CUATRO
¿Dos y dos ya no son cuatro? |
Acabo de leer una reseña del profesor chileno Víctor Farías y me he quedado catapléjico, con la pata tiesa y una mano debajo del mentón. Inmóvil. Se trata, llamémoslo así, del ‘caso Salvador Allende’. Uno es un ignorante
perdido en el proceloso mar de la desinformación. Quién lo iba a decir. Con
tanto leer los poemas y antipoemas de Nicanor Parra, los poemas infrarrealistas
mexicanos de Roberto Bolaño, los poetas chilenos de los noventa, y al Pablo
Neruda juvenil, encendido y rítmico, y al Huidobro de siempre jamás, más la
experiencia lírica de Gabriela Mistral, y a Elías Letelier, y a Verónica
Zondek, y a Teresa Calderón, y yo qué sé a cuantos, pues va uno y no sabe nada
de Salvador Allende, excepto las cuatro cosas que sabe todo el mundo: elegido
presidente en 1970 y derrocado y muerto por el golpe de Estado de Pinochet en
1973. Pero lo que uno ignoraba (sea cierto o no el supuesto) es que Salvador
Allende fue cocinero antes que fraile, es decir, fue un derechudo riguroso
antes que socialista mártir. Como Quevedo y su anomalía verbal: cabizmundo y
meditabajo. Así me he quedado. Según asegura el profesor Víctor Farías
(«Salvador Allende: contra los judíos, los homosexuales y otros degenerados»), Allende
fue, cuando ejercía como joven médico allá por 1933, fascista, antisemita y
homófobo. Si es cierto, hay que admitirlo. Si es mentira, hay que rebatirlo. Pero,
por lo visto, estas cosas de la desmitificación de mitos no pueden decirse en
alta voz para evitar ser tachado de retrógrado y facha, lo que me inclina a
pensar que a veces dos y dos no son cuatro.
miércoles, 22 de enero de 2014
MICRORRELATO DEL DEMAGOGO
Siempre que los medios de comunicación (TV principalmete) se refieren a la crisis, lo hacen aludiendo a ella con la frase de «crisis financiera y económica». Pocas veces he comprobado que lo hagan con la frase de «crisis social y de trabajo». Mi amigo el cagaleches acaba de decirme que la crisis financiera es el origen de todas las crisis, y que yo, como siempre, defiendo la demagogia... Porque, si no hay dinero, dice ¿cómo pueden crearse puestos de trabajo? Yo me rasco el cogote y, al cabo de unos segundos, le pregunto que cómo puede haber crisis financiera en un sector que ha conseguido ganancias del 24 por ciento durante el año 2013. ¿Sector?, pregunta. Sí, respondo, el IBEX 35. Imagínate, continúo, un grupo financiero invierte mil millones de euros y gana, en consecuencia, 240 millones de euros. ¿A dónde ha ido ese dinero? ¿Cuántos puestos de trabajo ha creado? ¿No hay dinero para aminorar el paro a través de la creación de nuevas empresas? Me puso la mano en el hombro y me dijo: Sigues siendo un demagogo.
viernes, 17 de enero de 2014
EL QUE APUESTA NO ES TRAIDOR
Estos días he comentado con los amigos el hecho de la apuesta. ¿Qué incita a
una persona a apostar? Porque toda apuesta supone un riesgo. Puede ser
arriesgar cierta cantidad de dinero en la creencia de que algo, como un juego, tendrá
tal o cual resultado. En este sentido, la mayoría de los españoles (españoles
no, que está mal visto), la mayoría de los ciudadanos (mejor, suena más a
república o a Revolución francesa), la mayoría de los ciudadanos arriesga su
dinero en las apuestas públicas o en la Once. La quiniela futbolística saca de
sus casillas a hinchas, forofos y peñistas; la lotería nacional trastorna los
bolsillos de sus incondicionales, siempre esperando el maná de la suerte; la
Once produce un flipe diario en viandantes y acereros que se detienen en los
quioscos o en las esquinas para el aprovisionamiento de su salvación; la
lotería primitiva enloquece a funcionarios y jubilatas; la euromillonaria
afloja el seso soñador de hambrientos económicos: sería la rehostia, tío,
veinte, veinticinco, treinta, ochenta, cien millones de euros, anda que no iba yo a dar por
saco a tanto hijoputa como raja por ahí suelto. La apuesta, pues, supone un
riesgo monetario que se corre gustoso porque va parejo con el sueño de cada
uno. Y es de admirar esa pertinacia en el riesgo que impulsa una y otra vez al
gasto a cambio de unos instantes de sueño enriquecedor. (Y ¿qué tiene que ver el sueño con la traición? Cada uno se sublima como quiere).
jueves, 16 de enero de 2014
YO SOY TONTO DE LOS COJONES
En primer lugar, consideremos la etimología. Covarrubias dice que tonto viene de “tondo”,
redondo y vacío, porque “el tonto tiene vacía la cabeza, por carecer de
entendimiento, el cual en él es redondo, en oposición de los que tienen buen
entendimiento, que llamamos agudos”. Podemos deducir, en consecuencia, que yo tengo la cabeza redonda y vacía, mientras que mi ofensor la
tiene aguda y llena. No sabemos de qué, pero de algo la tendrá agudamente llena,
suponemos.
En segundo lugar, si atendemos a la estructura sintáctica de la frase,
advertimos que el complemento adjetivo «de los cojones», atribuido a la
sustantivación de «tonto», le confiere una complementación despectiva de
intrincada significación. Porque ¿qué quiere decir tonto de los cojones?
¿Pueden acaso los cojones ser susceptibles de recibir la tontuna?
En tercer lugar, la frase viene léxicamente reforzada por el determinante
“los” que implica una actualización del sustantivo, en este
caso “cojones”. ¿Por qué el tonto tiene que serlo “de los cojones” y no tonto
del haba, o tonto de la pera, o tonto de remate? ¿Será que el tonto de 'los' cojones padece algún trastorno que afecta a sus testículos y le impide la
producción de testosterona, cosa que lo desequilibra con alguna disfunción sexual?
En cuarto lugar, pensamos que el insultante, puesto a insultar, podía haberme descalificado con la expresión «tonto de cojones», con lo que la
supresión del determinante le confiere a la frase la categoría de superlativo
o, lo que es lo mismo, la cualidad de tontaina en grado sumo, tal como se
ejercita el habla en la jerga popular cuando levanta como superlativas frases
que gramaticalmente no lo son.
Ah, la agudeza mental del que no es tonto de los cojones...
Ah, la agudeza mental del que no es tonto de los cojones...
miércoles, 15 de enero de 2014
RELATO DEL TIPO QUE TIRÓ POR LA VENTANA SU CREDULIDAD
Apretado
contra el pecho lleva uno el hatillo de su credulidad, ese modesto acopio de
acontecimientos que uno acepta ligera y fácilmente a diario, esas sobras de la
abundancia informativa con la que te socorren cada día los mandamases, como un
pan nuestro desacralizado que te ofrecen no para alimentarte sino para
mantenerte desnutrido, uno es un indigente al que le echan el mondongo de sus
componendas, un pobre al que socorren con la falsa protección de sus
pronunciamientos, un menesteroso sobre el que sacuden los desperdicios de sus
comidas de trabajo. Así que camina uno con lo poco que posee, el hatillo de su
credulidad, bien apretado contra el pecho para que no te despojen de él, para
que no te conviertan en un desposeído, ya lo eres, instalado en la cuneta de la
desconfianza. Quieren arrebatarte las escasas monedas de tu credulidad con la
falsa promesa de su credibilidad. Aunque no sé yo quién cree en ellos, no sé
quién acepta su credibilidad, quién se fía ya de esa cualidad que permite o
merece ser creído.
Cómo va uno a conceder credibilidad a lo que oye, boletines de noticias a todas horas, cada boletín con su santo y seña según la voz de su amo, cómo va uno a conceder credibilidad a lo que lee, atosigamiento de noticias, cada periódico con su santo y seña según el ideario impositivo, cómo va uno a conceder credibilidad a lo que ve, pantallas televisivas, cada una con su santo y seña según los poderes económicos de los que se nutren. Mientras tanto, el Gobierno con sus declaraciones, justificaciones y exculpaciones, casi siempre contrarias a las que ofrecen los distintos medios de comunicación. Durante los últimos quince días, me he entretenido en confeccionar un brevísimo florilegio de frases sobre el acontecer político. Si no se vuelve uno gilipollas mental, se debe a que el espacio mental de la anomalía ya está ocupado por un alto grado de masoquismo lector inevitable. Pero, por favor, que no vengan a pedirle a uno, encima, la ofrenda de la credibilidad.
Cómo va uno a conceder credibilidad a lo que oye, boletines de noticias a todas horas, cada boletín con su santo y seña según la voz de su amo, cómo va uno a conceder credibilidad a lo que lee, atosigamiento de noticias, cada periódico con su santo y seña según el ideario impositivo, cómo va uno a conceder credibilidad a lo que ve, pantallas televisivas, cada una con su santo y seña según los poderes económicos de los que se nutren. Mientras tanto, el Gobierno con sus declaraciones, justificaciones y exculpaciones, casi siempre contrarias a las que ofrecen los distintos medios de comunicación. Durante los últimos quince días, me he entretenido en confeccionar un brevísimo florilegio de frases sobre el acontecer político. Si no se vuelve uno gilipollas mental, se debe a que el espacio mental de la anomalía ya está ocupado por un alto grado de masoquismo lector inevitable. Pero, por favor, que no vengan a pedirle a uno, encima, la ofrenda de la credibilidad.
martes, 14 de enero de 2014
EL OPIO DEL PUEBLO
La libertad de expresión es un chollo con el que se
sublima quien escribe, publica, filma, pinta o emite una
parida, mayormente si la parida es iconoclasta. Hay pocas ideas comparables a
la de la libertad de expresión. Se le cae la baba al personal cuando afirma que
la libertad de expresión es la estructura patente de la democracia. Olvida el
personal, sin embargo, el idealismo de la libertad. En la práctica no somos
libres. Alguien puede sentirse libre pero en realidad no es libre. Me obligan a aceptar la ley impuesta por la ideología de quien gobierna. (Ley del aborto, por ejemplo). Ideología
por ideología. Tal vez la religión, como ideología, sea el opio del pueblo, un
opio inodoro, incoloro e insípido, hoy día. Pero el laicismo, como ideología,
es el actual opio del pueblo, un opio aromático, irisado y sabroso que promete
la salvación ciudadana. En aras de la libertad. “Estatolatría”, lo llama Raúl
del Pozo. Sorprendente. Ahora que avergüenza menos ondear la bandera del
partido en una manifestación que portar el estandarte de la cofradía en una
procesión, ahora, digo, que se aturde al personal con el pregón de las promesas
democráticas, ahora se sustituye un opio por otro. Apenas quedan santos a los
que venerar. Abundan sin embargo ídolos mediáticos (o políticos) a los que
adorar. Y va la gente y se lo cree.
viernes, 10 de enero de 2014
COMENTARIO SOBRE LA ANIMADVERSIÓN ENTRE POLÍTICOS
El relativismo sofístico acuñó una frase de Gorgias: «Si alguien pidiera a los hombres que reunieran en un punto todo lo que cada uno piensa que es inconveniente, y luego pidiera que cada cual retirara
de aquel montón lo que piensa que es conveniente, de seguro que no quedaría
allí ningún trozo, porque todo hubiera quedado repartido entre ellos». Antifón
proclama que es lícito traspasar la ley: se puede hacer tranquilamente con tal
que nadie lo advierta.
Resulta sorprendente que pensadores de unos siglos antes de
Cristo apostillaran con frases tan contundentes la actualidad en la que ahora
mismo nos movemos, inicios del siglo XXI, más de dos mil años después. Todo
para subrayar la idea de poder. La política no es para relacionar a los hombres
con los hombres. Esa era la inocencia de Aristóteles. La política es para
resaltar la naturaleza del más fuerte. Sólo los débiles se inventan costumbres
y leyes para protegerse con ellas. La cultura democrática recoge estas
ficciones y pone así límites al poder de los fuertes. Estas ficciones las
desarrolla Maquiavelo. Para él, la base del obrar político no es lo que debe
ser, sino lo que es, lo que presenta la realidad diaria, la utilidad. De ahí entresaca los principios fundamentales
de la política. La utilidad política queda constituida prácticamente en norma
absoluta, lo que da pie a la escisión tremenda entre política y moral.
Priorizando lo escuetamente político, es decir, la técnica política, concluye
Maquiavelo que «el hombre que quiere en todo hacer profesión de bueno, ha de
arruinarse entre tantos que no lo son». El Estado y sus leyes no son más que
una convención en la que los ciudadanos se ponen de acuerdo para protegerse unos
contra otros.
«Dios crea solo individuos, no naciones», dijo Benedictus de Spinoza.
jueves, 9 de enero de 2014
RELATO DEL PATINETE
Los Reyes Magos le han echado un patinete a mi sobrino,
que es pequeño y está en edad de patinar. Dicho así, parece como si los Reyes
Magos fueran repartiendo felicidad a troche y moche pero, no creas, a veces no
es así. Mi sobrino llevaba quince días dando la murga con lo del patinete y, si
los Reyes Magos no se lo echaban, amenazaba con sacarle un ojo al hamster. Como
si el hamster tuviera alguna relación de culpabilidad con los Magos. Puede
haber relación de culpabilidad entre los veinte grandes cocineros (chefs, dicen) del planeta que preparan su última cena y la tradición, la alquimia y la fusión en sus platos. Puede haber relación de culpabilidad entre Leo Messi y Sandro Rossell por lo del salario del futbolista. Pero entre un hámster y los Reyes Magos
la relación de culpabilidad no puede llegar al extremo de que induzca a que le
saquen un ojo al hámster. Así que le compraron el monopatín a mi sobrino. A mí
me parecía una barbaridad lo del patinete porque ahora no es como en otros
tiempos, que patinábamos en cualquier sitio, a ver ahora a dónde se van los
niños a ejercitar la esencia globalizadora del patinaje. Pero no me hicieron
caso. Claro, como tus hijos ya son mayores no necesitan patinar, me echaban en
cara. Así y todo, no tardó en aparecer
el conflicto matrimonial, consustancial por otra parte, a todas las relaciones
de pareja que en estos tiempos tenga que comprar un patinete. En el salón el
niño no podía patinar. Aparte de dejar perdido el parquet, cruzado
despiadadamente por las isobaras de la velocidad, los tobillos familiares
saltaban de un lado a otro en medio de un intento, casi inútil, de evitar los
moretones. En la acera el niño no podía patinar. Para sorpresa de la unidad
familiar, no sólo mi sobrino gozaba de patinete. Resulta que otros muchos niños
también patinaban de acá para allá y se entrecruzaban peligrosamente, acuciados
por un repentino sarpullido de aceleración monopatínica. En medio de la calle
el niño no podía patinar. Ya se sabe que los coches cruzan a todo gas de un
lado para otro y no respetan la señal de prohibido circular a más de 40 en el
núcleo urbano. Si añades a esta desconsideración circulatoria de los
conductores la broma velocípeda de los niñatos de las motos, ya sí que no te
queda un mínimo espacio para que el sobrino le dé al patinete. Imposible
circular en patinete. No obstante, los padres se empeñan en que el niño patine.
A ver si no para qué le han comprado el artilugio. Habrá que hacerle un gasto ¿no? Así que al parque, cómo no se te ha ocurrido, en el parque puede el niño
desatar el flequillo al viento y presumir de estar a la última con su patinete
metalizado. Porque no es un patinete cualquiera, no, se ha comprado en la
tienda más cara y se ha adquirido el modelo más galáctico, con decirte que
tiene rodamientos magnéticos y freno de disco, queda dicho todo. Así que cargan
niño y patinete en el coche y, hala, al parque a patinar. Llegan al parque con
la sana apetencia de cortar el viento y, oh desilusión, las pequeñas glorietas
de cemento ya se encuentran atestadas de patinadores. Nadie se explica la
afluencia impensadamente masiva de patinetes. Desde luego, el gentío es muy
poco original. No hacen más que anunciar un patinete, y ya está todo el mundo
comprando patinetes. Mi cuñada pensaba que su hijo era el único que había
merecido de los Reyes Magos la donación superior del patinete. Y es que ya los
Reyes ni son Magos ni nada. Porque, a ver, si no marcan esa diferencia en el
regalo que estira para atrás al padre y autocomplace a la madre, ¿para qué los
queremos? Así que el patinete al coche. Y a llevarlo el lunes al salón de
Cáritas.
viernes, 3 de enero de 2014
SOBRE EL BIEN Y EL MAL, EN LOS INICIOS DE 2014
Qué le ocurre al hombre. Por qué elige el
mal en lugar del bien. Que ciclón de fuego maligno abrasa las entrañas de los
terroristas. Qué negra y sombría ofuscación les provoca el deseo de exterminar al
contrario en Siria, en Egipto, en el Congo, en Afganistán... 23 países estrenan el año en guerra, nadando en sangre. Me da
igual que sean terroristas chechenos, turcos, etarras, musulmanes,
norteamericanos, Al-Qaeda.
Es inquietante, la pregunta. ¿Dónde se esconde el
mal? Casi siempre se ignora, también en los pequeños aconteceres. Leo que
decenas de alcaldes del PSC han quitado la bandera española de sus ayuntamientos. ¿Eso es
bueno o malo? ¿Es un bien o un mal la bandera? ¿Cómo un pedazo de tela (un
símbolo no más, en el sentido icónico del término) concita tantas pasiones, a
favor o en contra? Pienso que el hombre no siente real, íntima, individualmente
tal devoción a la bandera, sino que hay ‘alguien’ que lo incita a amar por
encima de todo una bandera, a odiar por encima de todo otra bandera. ¿Dónde
radica el mal, en el odio exacerbado o en el amor incontrolado? Por amor a una
bandera se mata; por odio a una bandera se mata. Que alguien me diga qué
importa el amor, en este caso, si su defensa conlleva el odio, la destrucción,
la muerte de otros seres humanos. O en qué se diferencia ese sentimiento del
que mata y destruye impulsado por el odio a otra bandera. El amor y el odio
confluyen, se equiparan el bien y el mal.
Los ocultos y turbios intereses personales de
aquellos que rigen los destinos de los hombres han extendido el mal por el
mundo, una sombra gigante y turbadora como la negra silueta del diablo, el
Leviatán político de Thomas Hobbes.
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