miércoles, 14 de noviembre de 2012

CÓMO SER FELIZ EN DIEZ DÍAS

Ahí es nada, amigo. Toda la vida buscando la felicidad y ahora resulta que puede uno encontrarla en diez días. No sólo conseguías aprender inglés en diez días, también podías deshacerte de la celulitis en diez días. El colmo de la felicidad. Las revistas  ofertaban artículos que asombraban por su base científica. Cómo tener los dientes sanos, cómo combatir la alopecia con éxito, cómo aprovechar las ventajas de la vitamina C en los cítricos, cómo ser feliz en la cama, cómo superar la artrosis a partir de los 50 años. Y todo en diez días.  El personal los leía con avidez  buscando esa solución a la gastralgia que convirtiese en alegría los retortijones provocados por los gases. Eso era antes. Por eso me asombra el anuncio que he visto en un periódico hace poco: «¿Quiere ser feliz en diez días? Llame al teléfono... (1,69 euros minuto)». Ostras, Pedrín, eso que todo el mundo desea y que nadie alcanza, esa abstracción inasequible, la felicidad, está ahí, al alcance de la mano, expuesta en la simplicidad de dos líneas encuadradas en la vulgaridad de un anuncio, la felicidad, perdida entre el batiburrillo anunciador de pisos, traspasos, ventas, compras, ofertas de fincas,  ofertas de trabajo, agencias matrimoniales, investigadores privados, relax e hipotecas. La felicidad, aquella matrona romana puesta de pie con un caduceo en una mano y un cuerno de la abundancia en la otra, aquella divinidad aparece ahí, en la opaca tipografía del anuncio, ofreciendo la complacida satisfacción de la ventura en diez días. Y va el gentío y se lo cree.

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