Hay que ver lo malos malísimos que eran los "nacionales", los ricos, los burgueses, los terratenientes, los curas, las monjas, los católicos, las iglesias, etc., etc., y, sin embargo, lo buenos buenísimos y desgraciados que eran los campesinos, los obreros y los pobres de la República, la Guerra y los años de la Posguerra. Y los niños. Sobretodo los niños y las jovencitas. Torturados en las cárceles franquistas, asesinados, violadas. Años de la República y Guerra civil española. Así lo cuentan cientos de excelentes novelas cuya temática es la Guerra Civil española. Autores famosos y no tan famosos han desarrollado la frecuencia narrativa de los hechos. Antonio Muñoz Molina, Rafael Chirbes, Almudena Grandes, Jordi Sierra, Luis Melero, Antonio Soler, Javier Cercas, Dulce Chacón, Jesús Ferrero. A cientos.
Pues bien, acabo de leer una novela cuya acción transcurre en Cataluña. Me ha dejado los ojos abiertos como platos y los brazos con agujetas (son 1.037 páginas del ala. La enfermera de Brunete. Ed.Planeta). Lo sorprendente, y único, en lo que alcanza mi capacidad lectora, es que el autor ha desarrollado la inmensidad de su mamotreto desde el punto de vista de la derecha. Así como suena. De la Derecha Derechona. Los ricos riquísimos, bondadosos y compasivos, sufren el espanto de la persecución, la tortura, las violaciones y la muerte. Los católicos son asesinados. Las iglesias incendiadas, tanto que parece que no queda en pie ni una iglesia de Cataluña. El héroe, de noble cuna, adornado con todas las virtudes del héroe novelesco, se enrola en el requeté y lleva a cabo su venganza contra el antihéroe, de procedencia campesina pobre, el Segador, enrolado en la Columna Durruti y adornado con todas las perversidades del malo de la película. Para que luego digan que los que ganaron la guerra con la fuerza de las armas, perdieron la Historia.
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