sábado, 7 de julio de 2012

FÚTBOL Y RELIGIÓN 2 (Continuación)


Se han equivocado los filósofos, o séase, que la han cagado, por mucho que los productos de sus preclaras inteligencias aparezcan sistematizados en los manuales de historia de la filosofía. Quiero decir, a través de estas irreverencias, que dichos filósofos no profundizaron en una constante vital, esa que define al hombre como hombre: la sed de trascendencia. (Te ruego que disculpes la sonoridad  rimbombante de la frase). No ando descaminado. De siempre, el hombre ha mantenido relaciones con la divinidad, es decir, con algo superior y exterior a él mismo, con algo que lo trasciende. Es más, el hombre se ha entregado casi ciegamente a esa trascendencia, se ha abandonado a ella, en una especie de suicidio del alma, 'alienación', dijo Camus. En todas las culturas, el hombre ha tendido a una relación con “lo Otro”, aunque esta relación haya sido casi siempre de sometimiento, de temor al castigo, de liturgias para atraer la protección divina, de oraciones para alejar el hostigamiento del mal. Si en otros tiempos el gentío se aferraba a la religión (a sus ritos, más bien) para superar la efímera contingencia de lo cotidiano, hoy día, rechazada la religión si no como un concepto sí al menos como una práctica, rechazada como algo que se considera retrógrado o no progresista, ha surgido hoy día, ya digo, un nuevo movimiento religioso, una nueva religión que ayuda al personal a superar sus frustraciones y rencores diarios, una nueva religión con más fuerza, si cabe, que las religiones tradicionales: Estamos de enhorabuena: ¡se nos ha aparecido el fútbol!. (Continuará mañana)

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