jueves, 29 de marzo de 2012

PACTOS Y OLORES

 Hay una especulación depresiva de los resultados electorales. Es la de aquéllos que consideran los pactos como reproducción de esos documentales televisivos sobre animales salvajes en que los depredadores acosan y derriban una hermosa cebra, la matan, la descuartizan, se la zampan y, sin demasiados miramientos, se reparten los despojos para sobrevivir. Tal acontece  —y ya es tener mala leche—  con la depredación democrática: descuartizan las mayorías naturales, se zampan los pactos anti natura como si fuese el asado de Pascua y se reparten, en fin, los intestinos electorales, que son los votos. De esta manera se alimentan y sobreviven democráticamente. Y en esos momentos del eructo digestivo, ¿quién se acuerda de los electores si es la hora inmisericorde de los pactos? ¿En qué se fundamenta el reparto: en la voluntad de la ciudadanía o en el acoso y derribo del contrario? ¿En el bienestar general o en el aprovechamiento carroñero de los despojos?
Lo ha escrito Cándido. Hay veces en que se pasa «del altar de la urna a la alcantarilla de los pactos». De ahí, tal vez, salgan los olores.

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