(Continuación)
Concepto del progreso que acepta el progreta: acontecimientos episódicos. Sin embargo, el progreso se asienta en dos elementos inseparables: la conjunción absoluta del avance científico-tecnológico y la cultura. Si se separan, ya no hay progreso. Si se separan, aparece una entelequia que va de culo, arrastrando el trasero como los "canis" o los tontos. Aparece entonces la Progretura, refrito entre progreso y cultura, grotesco y maloliente. La progretura produce ejemplares típicos y pintorescos. El representante genuino de la “progretura” es el “progreta”, cachas de la ignominia que se cree más progresista que nadie porque folla a destajo, porque se atribuye la posesión de la izquierda antisistema, porque vocifera cuatro paridas, porque cultiva la noche, porque aplaude los chirridos de disjuntos musicales como Kabrón Kelolea o Meka Güentó, porque afirma que la estética de lo cutre y la permisividad indiscriminada constituyen el signo lúcido del progreso. Reproduce en su estilo de vida los gestos y ademanes extendidos por la idiocia andante.
Y dónde dejas al progreta político, cachas de la estulticia. Se dedica a la caza del voto en un ejercicio depredador y cínico de cinegética democrática. Olvida la voluntad popular al día siguiente de las elecciones. Se concentra en el ejercicio gratificante del acoso y derribo del contrario, como si la acción de gobierno consistiese en unas tientas de novillos vitorinos en Monteviejo. Progretura, ya digo.
(Continuará)
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