Igual que en abril de 1912 se hundió el Titanic, a mediados del siglo XIX tuvo lugar el hundimiento del Idealismo. Al Titanic lo hundió un iceberg gigantesco. Al idealismo, el soplo árido y frío del materialismo y la reducción del pensamiento a ciencia y técnica. Hablar cada dos por tres de la Idea es cuando menos extraño a la realidad. Necesitamos la plenitud de lo finito en su inmediatez. Es decir, la idea debe unirse al sentimiento con un fin práctico de transformación.
Con el neohegelismo, resucita la idea. La "palabrería" de la idea, como dijo Windelband. Ha resucitado. De todas partes se ha querido enlazar con Hegel y su dialéctica: el literato, el artista, el político, el nihilista. Dialéctica de curso suelto, reducida a un eclecticismo ingenioso y fino, embaucador. Esta actitud da pie a la Ideología. Que es el sometimiento de la idea a la doctrina, al partido y a una visión del mundo específica (según conveniencia).
Deduzco, pues, que la frase de Rubalcaba en Chiclana de la Frontera animando al gentío a votar «con ideología» va untada de la pegajosidad ecléctica del neohegelismo.
¿O es un rollo patatero lo que acabo de exponer, Dios mío?
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