lunes, 5 de marzo de 2012

EL PROGRETA —1

(Continuación)

 La actitud del progreta entraña un peligro subliminal: el de encontrarse indefenso ante la continua agresión con que lo bombardea la publicidad (millonariamente técnica y científica) y la información mediática. Lo halaga. Le hace creer que la tiene lisa porque de vez en cuando se la embadurna de modernidad y de progreso. Y el tipo va y se lo cree. No dispone de los referentes necesarios para montar su propia defensa. Es la riada de la progretura. Los cráneos privilegiados que dirigen nuestros destinos rellenan al personal de tecnología para aturdirlo y deslumbrarlo.  Buenos técnicos, pero ciudadanos incultos. Tal vez ahí es donde subyace la perversidad del sistema. Se me ocurre pensar que un hombre inculto es más fácilmente manipulable, por no decir más fácilmente gobernable. Por muy buen técnico que sea. Además de  proporcionar una futura mano de obra cualificada y tal vez barata. La progretura lucha con ahínco para atontar al personal. Se vale del poderío mediático y de la extensión del horterismo. 
Hay que esterilizar las ideas. Hay que tirar a repañinas preservativos ideológicos para que el gentío no piense. Un hombre (y una mujer, disculpen) solamente es peligroso cuando desarrolla reflexivamente su capacidad de pensar.
(Continuará)

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