No pretendo tener razón. Lo que para mí es acertado, puede ser desacertado para otros.
miércoles, 3 de abril de 2013
LAS INUNDACIONES
Las lluvias continuas y abundantes inundan a media España. Marzo, el mes más lluvioso desde que comenzaron las mediciones pluviométricas en 1927. Los informativos de televisión se regodean mostrando campos anegados, ríos desbordados, barriadas sumergidas, torrenteras furiosas y turbulentas. La culpa de este castigo lluvioso no es del chá-chá-chá, sino del agujero negro que ha taladrado la capa de ozono, dicen los ecologistas. Agujero negro producido por la contaminación, naturalmente. Contaminación que provoca la gota fría en el mediterráneo, el monzón y los tifones en Asia oriental, los huracanes en el Caribe, los tsunamis en el Pacífico. En fin, que la contaminación es la causante de las mayores desgracias de la humanidad. Tengo una duda, sin embargo, que estos días me trae por la calle de la amargura. ¿Qué contaminación había en el Neolítico, cuando el hombre comenzó a hacerse sedentario y tuvo que hacer frente a gigantescas inundaciones? Egipto y Mesopotamia, Grecia y Roma, la China del siglo XII se las ingeniaron para construir diques que las defendieran medianamente de las inundaciones. ¿Qué contaminación había en 1907 cuando el río Ebro inundó Tortosa, o en 1875 cuando el Garona inundó Toulouse, o en 1840 cuando el Saona inundó Lyón, o en 1910 cuando el Sena inundó París, o en 1957 cuando el Turia inundó Valencia? Duda metódica esta de la contaminación. Que Descartes me ampare.
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