viernes, 12 de abril de 2013

UNA DE CACHETES


Puede matarse el gentío. Puede un tipo agilipolladamente paranoico liarse a tiros con el gentío. Pueden los mamarrachos callejeros destripar al gentío. Pero no se puede dar cachetes a los niños. Pobrecitos. Un padre, una madre o un profesor (o profesora) no pueden dar collejas a los niños, aunque sean educativas. Mucho menos pueden darles capones. La tierna personalidad de los niños, envuelta en la blanda superficie receptiva del alma prenatal que nos atribuía Platón, quedaría marcada con la pavorosa señal de un trauma perdurable (o más). No habría psicólogos argentinos suficientes para tratar las deficiencias de comportamiento ocasionadas por los sopapos o los mamirotes. El niño es una planta delicada a la que hay que cultivar con abono y turba nitrogenada. La no traumatización psicológica del niño es imprescindible para conseguir su plena madurez ciudadana. Al menos en una época como la nuestra, atiborrada de progreso y democracia.  
Pregunto: los adultos, todos, incluidos Rajoy y Rubalcaba, Bárcenas, Undargarín, Griñán, Camps y demás patulea, ¿habrán conseguido evitar el trauma psicológico y alcanzar la madurez ciudadana? Porque lo que son collejas, bofetadas y capones quizá los recibieron alguna vez cuando eran críos. ¿O no?

No hay comentarios:

Publicar un comentario