El destino es un
concepto pérfido, desleal. El hado y suerte de cada uno, dice Covarrubias. El
destino te da la espalda y ahí te pudras, si es que los conceptos pueden dar la
espalda. Es complicado esto del destino como concepto. Es la deconstrucción, en
el sentido que le otorga Jacques Derridà. Consiste en mostrar cómo se ha
construido el destino a partir de procesos históricos y acumulaciones
metafóricas, mostrando que lo claro y evidente dista de serlo. Tal vez por ello
tuvo tanta repercusión literaria en el siglo XIX “Las desventuras del joven Werther”. El destino en juego. Aunque aquí, naturalmente,
Goethe trata de la sentimentalidad del destino, no de su fatalidad, aunque a
nosotros nos parezcan entrelazados el sentimiento y lo ineludible. Werther encarna,
en general, la fatalidad de un carácter cuyo sentimiento se exalta y encierra
en el subjetivismo. No es sólo el problema de un amor desgraciado sino el de la
juventud que se deja arrastrar por el sentimiento. Leí el otro día una
pintada (supongo que escrita por ricos cabreados): «Sé pobre y folla, protegerán
tu aborto».
Si el “Sturm und Drang” se opone a
la ilustración alemana y constituye el precedente del Romanticismo (de ahí
salió la novela de Goethe), el destino de la sociedad actual se opone a la
normativa ética y constituye el paso para la instauración del
subjetivismo moral. (¿He dicho algo? Disculpen).
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