El chiste: Bárcenas denuncia al PP por despido improcedente y se apunta al paro. |
Suelen llamar opinión a la medida individual de un acontecimiento. Ya
aseguró Parménides que la opinión no se alimenta del conocimiento del
entendimiento sino del de la sensación (interés). Quizá por eso las opiniones de los politicuchos, en esta actualidad controvertida en la que nos hundimos, son desmesuradas. Si la opinión proviniese del conocimiento que
proporciona el entendimiento, los corruptos la acomodarían a la verdad objetiva. Pero esto es pedir peras al olmo, ya lo dijo Octavio Paz. Cada politicucho acomoda su declaración a sus intereses, con lo que la olla de grillos es gigantesca. Es la verdad que
proporcionan los intereses: el partidismo, la venganza, el dinero negro en Suiza. El político se instala en la rueda de piñón
fijo y excluye las opiniones de los demás por considerarlas contrarias a sus
sensaciones (intereses). Carente de flexibilidad mental, el político acumula sensaciones
para juzgar a través de ellas los acontecimientos de la vida social y económica. El resultado es forzosamente negativo
porque sólo a través del entendimiento puede llegarse a una exposición objetiva
de la verdad admitiendo, al mismo tiempo, la verdad de los otros como
posiblemente válida. De hecho, forman la experiencia a base de percepciones
sensibles (Bárcenas y sus 38 millones), acumulan los hechos de experiencia como el que amontona euros (Undargarín), y
olvidan que debe darse de antemano la idea para que sea posible la percepción
sensible (Rajoy pillado por los colgajos) y con ella la experiencia. Fue Platón el que dijo estas cosas,
cabreado porque Protágoras ya había soltado el latigazo de que todo
conocimiento es sólo apariencia. Así que, amigos, nunca sabremos la verdad de la corrupción política.